Pocos nombres hay en el mundillo literario capaces de despertar la atención mediática que acompaña a Mario Vargas Llosa allí a donde va. Como dicta la tradición, el Nobel se plantó en la Casa de América de Madrid –Anfiteatro Gabriela Mistral– para presentar su nueva novela, y allí estaban las cámaras y los focos y los flashes haciendo lo suyo: un ruido más bien ajeno a este tipo de saraos.
Dicen las buenas lenguas –como la de Pilar Reyes, su editora– que con “Tiempos recios” (Alfaguara) vuelve el mejor Vargas Llosa, ese que bucea en el pasado de su continente para convertir la desdicha en literatura de primer nivel. “Si la pregunta que animaba ‘Conversación en La Catedral’, otra de sus obras maestras, era ‘¿En qué momento se había jodido el Perú?’, la pregunta que inspira y asoma en el trasfondo de la nueva obra de Vargas Llosa es ‘¿En qué momento se jodió América Latina?’”, planteó Reyes.
El fracaso de América Latina
El autor respondió a esa cuestión, pero enfundado en su traje de intelectual, del que tanto hace gala en los últimos años. “Un país, salvo casos muy excepcionales, no se jode en un día, es un largo proceso”, sentenció. Y después se lanzó a resumir lo ocurrido al otro lado del charco, donde la independencia “se hizo mal” y derivó en regímenes sin libertad: “Los ejércitos libertadores nos liberan del coloniaje, pero luego se convierten en ejércitos de ocupación y establecen dictaduras militares de un confín a otro de América Latina. Y esto nos arruina, porque nos gastamos el dinero que no tenemos comprando armas para matarnos entre nosotros. ¿Y todo eso para qué? Para que unos dictadorzuelos, que fueron unos personajes lamentables, mínimos, mediocres, se quedaran 30 años saqueando los países. Esa es un poco la historia de América Latina (...) Nosotros fracasamos”.
En este caso, Vargas Llosa se centra (que no se encierra) en esa Guatemala de los años cincuenta que vio cómo el sueño de la democracia se esfumaba por culpa del golpe de Estado de Carlos Castillo Armas, un movimiento apoyado por el dictador dominicano Rafael Trujillo (al que ya retrató en “La fiesta del Chivo”) y la mismísima CIA. Ya se sabe: era el tiempo de las conspiraciones y de la paranoia con el comunismo, que por eso Eisenhower decidió “cargarse” al presidente guatemalteco Jacobo Árbenz, víctima de una campaña de “fake news” que lo ligó injustamente al eje soviético...