Con las manos alzadas y en señal de triunfo, en diciembre del 2017, el entonces alcalde de Chiclayo, David Cornejo Chinguel, el excongresista Héctor Becerril Rodríguez y representantes de la Cooperación Suiza (promotores de ChiclaYo Limpio) daban por concluida la ceremonia de colocación de la primera piedra de la planta de transferencia de residuos sólidos de esta provincia, y primera del país.

El proyecto en la actualidad muestra a quien lo visita su deteriorado y oxidado ‘esqueleto’; el cual es resguardado por dos vigilantes que hace cuatro meses no reciben pago por su labor. Sus cinco canes se encargan de avisar cuando un intruso asoma por el alambrado, por si se trate de extraños que recurren a este lugar para depredar, otra vez, las columnas de fierro que aún siguen en pie; recordando lo que fuera un ambicioso proyecto extranjero y frustrado sueño de un pueblo que parece estar condenado a una deficiente recolección de residuos sólidos y a la permanente amenaza de obreros ediles, que más que preocupados por brindar un eficiente servicio de limpieza pública, están preocupados por sus pactos colectivos (implica más dinero en su boleta de pago); cuando el sentido común o racionamiento lleva a pensar que primero se debe dar para luego exigir.

La construcción de la planta de transferencia de Chiclayo planteaba ser una obra que aliviaría el trajín del personal obrero y el desgaste diario de la maquinaria usada por la comuna provincial para la recolección de los desperdicios, debido a que su ubicación estratégica reduciría a tan solo 10 minutos, la casi hora 20 minutos de trayecto para la disposición final de los residuos sólidos (en Pampas de Reque).

La Cooperación Suiza decidió retirarse de Chiclayo a inicios de este año, demostrando que la paciencia tiene un límite. Los actos de corrupción e irregularidades que se gestaron con el dinero que ellos disponían para reformar la calidad de vida de los chiclayanos concretaron una decisión que había sido ya manejada en 2015; cuando el también burgomaestre provincial, Roberto Torres Gonzales, era apresado por corrupto.

SOBREVIVIR

Franklin, uno de los encargados de la vigilancia de esta infraestructura abandonada, informó con vergüenza que debido a que desde junio la empresa encargada de la obra no cumple con sus pagos, han decidido vender el poco material que quedó disperso por algunos de los cuartos de este proyecto; pues esa sería la única forma en la que tendrían ingresos para sobrevivir y llevar algo a la mesa de su hogar.

A pesar de que en algún momento ha pensado dejar este trabajo no remunerado, aduce que guarda la esperanza que un día no muy lejano los ‘ingenieros’ que se fueron llevando todas sus herramientas vuelvan y con ello las labores en esta infraestructura. Por ahora, sigue viviendo en un módulo cercano a la obra, junto a su compañero; consciente de que su vigilancia es lo único que tiene este lugar para no terminar de ser depredado.

NUEVOS VECINOS

A tan solo 15 o 20 metros de la planta de transferencia se ha instalado un grupo de personas, las cuales parecen ser invasores. Franklin presume que son ellos quienes por las noches estarían recurriendo a esta infraestructura para ‘canibalizarla’ poco a poco. Las lotizaciones se están ejecutando, inclusive se observa el despliegue de maquinaria. El vigilante señala no tener arma para hacerles frente, pero sí un machete, que no duda en usar.