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Publicado el Viernes, 26 de Julio del 2024

¡El hambre arrecia en todo el mundo!

Los organismos internacionales no lograron contrarrestar la hambruna en todo el mundo. La infancia es la más afectada.
Las guerras, las dificultades económicas y los fenómenos climáticos extremos han impedido que el hambre retroceda en el 2023, afectando a 733 millones de personas, más de un 9 % de la población mundial, indicaron cinco agencias de la ONU.
 
La situación no es la misma en todo el mundo. El número de personas que pasan hambre aumentó en África, se estabilizó en Asia y se redujo en América Latina y el Caribe, donde 41 millones de personas pasaron hambre en el 2023.
 
Inseguridad
África tiene el mayor porcentaje de población que se enfrenta al hambre, con un 20,4 %. En Asia es del 8,1 %, en Oceanía es 7,3 % y en América Latina y el Caribe, del 6,2 %.
 
Las conclusiones están expuestas en un informe conjunto de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
 
El documento subraya que la inseguridad alimentaria crónica aumenta de manera general desde 2016-2017, señala David Laborde, economista de la FAO y coautor del informe titulado El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo.
 
Covid-19
La situación empeoró con el covid-19 en el 2020 y 2021. Desde entonces, la proporción de la población que no tiene las suficientes calorías para llevar una vida normal se ha mantenido al mismo nivel.
Con esta tendencia, el objetivo adoptado hace nueve años por la ONU para eliminar el hambre en el mundo en el 2030 parece cada vez más difícil de alcanzar.
 
Cerca de 2330 millones de personas padecieron inseguridad alimentaria moderada o grave en el 2023, lo que implica que tuvieron que saltarse alguna comida de vez en cuando.
 
Desigualdad
Aunque la economía se ha recuperado tras la pandemia, “persisten desigualdades entre los países y dentro de aquellos”, sostiene David Laborde.
 
Las tensiones geopolíticas juegan también un papel, “con conflictos que no van a desaparecer”. “El cambio climático empieza a golpearnos con fuerza en todos los continentes”, añade el economista.
 
Lamenta que pese a que “el problema ha crecido” y que las “causas fundamentales se han agudizado”, no se ha puesto en marcha “un gran plan” para aumentar los fondos destinados a la lucha contra el hambre. El 33 % de la población mundial no puede acceder a una dieta saludable, según datos de las naciones unidas.
 
El hambre amenaza
El hambre está amenazando de manera creciente la vida de millones de personas en todo el mundo y, entre ellas, muchos niños y niñas de países como Sudán del Sur, Yemen, Etiopía y Madagascar, preocupan especialmente por las condiciones en las que se encuentran, con unos alarmantes niveles de desnutrición infantil.
No es la primera vez que el hambre es una amenaza de primer nivel para los niños del mundo. Por ejemplo, en 2011, la crisis nutricional del Cuerno de África nos dejó durísimas imágenes de niños y familias intentando sobrevivir sin apenas alimentos. Entre febrero y junio de 2017, Sudán del Sur reunió también los indicadores que llevaron a la declaración de hambruna.
 
En estos contextos de inseguridad alimentaria extrema, los niños son siempre los más vulnerables, y se ??enfrentan a una mayor probabilidad de sufrir desnutrición grave, con el consiguiente riesgo para su vida. Estas crisis también producen consecuencias irreversibles para toda la vida de los niños, lo que genera graves problemas de salud y desarrollo.
 
Pero ¿por qué se repite la historia una y otra vez?
No existe una única causa que lo explique, múltiples factores que cada vez más conviven en el tiempo y se presentan con mayor frecuencia dan lugar a estas trágicas realidades para la infancia:
 
El hambre y la guerra
Los conflictos armados son una de las principales causas que explican por qué el hambre está llevando al límite a millones de niños en el mundo. La violencia suele tensionar el suministro de alimentos y agua, al igual que los sistemas sanitarios, provocando un efecto dominó que acaba dinamitando el estado nutricional de los niños.
 
Estos son algunos de sus principales efectos:
La inseguridad alimentaria aumenta durante los conflictos porque la población, que muy a menudo practica la agricultura de subsistencia, no puede cultivar. Además, es habitual que la inflación se dispare, y el precio de los alimentos se vuelve inalcanzable para las familias.
 
La guerra destroza los sistemas de agua y saneamiento, esenciales para evitar diarreas y enfermedades que impiden que los niños asimilen los nutrientes de los pocos alimentos que pueden comer.
 
 
Muchos centros de salud quedan inutilizados, por lo que los niños no pueden recibir la atención médica que necesitan para tratar la desnutrición.
 
Además, los conflictos dificultan la entrega de ayuda humanitaria, tan necesaria para luchar contra las hambrunas.
 

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