No son cuatro paredes las que las que hacen a la escuela. La Escuela la hacen el maestro y sus estudiantes; donde están ellos, allí está la Escuela. Hoy, es 6 de julio, un día muy especial para el corazón de los maestros y las maestras enamorados de su vocación, aquellos que saben que el magisterio es una misión de apostolado, más que una profesión lucrativa. A todos ellos, a los que suben montañas, caminan trochas, cruzan temerosos puentes; a aquellos que se montan en una llanta para cruzar el río, aquellos maestros que en la ciudad sus escuelitas solo tiene paredes de viento; pero, que sin esperar nada a cambio llegan para compartir con sus estudiantes la gloria del saber, va este pequeño tributo desde el alma de La Industria en la Educación.

 

Estamos en labor remota o educación a distancia, alejados de las aulas físicas, más el corazón del maestro se levanta, se reinventa e inicia una misión de conectar a sus estudiantes con los aprendizajes diarios; desvelando sus noches y sus madrugadas para descifrar cada herramienta TIC (Tecnología de la Información y la comunicación), para así llegar virtualmente a nuestros estudiantes.

¡La escuela está cerrada!, ¡mentira!, la escuela está viva y abierta, mientras sus maestros y maestras respiren y compartan sabias y didácticas enseñanzas –si es posible uno a uno-, a sus estudiantes, quienes ingeniosamente y hasta prestando el celular de la vecina nos escriben para expresar el saludo a sus profesores, pues reconocen en ellos la fortaleza para seguir aprendiendo.

 

Confinados en casa los maestros siguen paso a paso la misión de enseñar. Extrañan a sus niños, añoran el recreo, los paseos educativos, las celebraciones de las fechas cívicas, el compartir la lonchera con quienes no tomaron el desayuno y, aunque muchos no lo crean el corazón del maestro añora el camino que recorre desde su casa hasta la escuela física. Su consuelo, su fortaleza es conectarse cada día para compartir con alegría las clases remotas. Unos, vía celular, otros con trajes mismos astronautas recorriendo las calles de hogar en hogar para dejar la hojita de trabajo (bien desinfectada) a sus niños que no poseen ningún aparato móvil para comunicarse. El ingenio de los maestros es grande, tanto como su voluntad por que la escuela siga viva en el corazón de sus estudiantes.

 

Este año, muchos maestros cayeron víctimas de la pandemia, sus alumnos lloran por no poder despedirse de ellos como quisieran. La Industria en la Educación vivió de cerca este dolor, pues una de nuestras más abnegadas maestras partió; dejándonos huellas de amor a nuestra vocación, a quienes tuvimos el don de su amistad. Todos partieron en medio de sus clases, jamás bajaron la guardia y hasta en el último respiro se oyó exclamar al maestro: ¡El aire se me corta, el oxígeno se agotó, la vida me abandona y ahora quien verá por mis niños… Dios mío te ruego un buen maestro para ellos, alguien mejor que yo…!

 

Hoy, 6 de julio queremos expresar a todos los maestros de Lambayeque y la región Cajamarca, la eterna gratitud de sus corresponsales escolares que nos escriben para decirles: “Gracias maestro, gracias maestra por tu ejemplo de vida, por tu honestidad, tu responsabilidad y en especial por tu solidaridad expresada en cada clase que nos compartes. Por tu paciencia al escucharnos a cualquier hora del día, por tus palabras de aliento cuando la Covid-19 se lleva a uno de nuestros familiares. Gracias maestro porque desde tu casa, estás con nosotros, no solo para las clases académicas, sino para ser nuestro guía, nuestro mejor compañero de viaje en esta vida, cómo no quererte maestro, cómo no agradecerte la vida entera…”.

La Industria en la Educación expresa en este día su eterna admiración y gratitud a todos los maestro de vocación que ponen alma vida y corazón en su labor de cada día: ¡Paz en tu día querido Maestro!