Se quedaron en mi mente las voces de mis alumnos ¡Ni un grado más, ni una especie menos! ¡Nuestro futuro también cuenta, salvemos el planeta! mientras recorríamos las calles céntricas de la ciudad manifestándonos contra el cambio climático.
La llegada de un nuevo año nos invita siempre a interiorizar y reflexionar sobre nuestras acciones y metas. Dice la Palabra de Dios en el Relato del Génesis que al final de cada día de la obra creadora Dios veía que todo era bueno, contemplando lo que había creado. Será precisamente este mundo bueno entregado al hombre con el fin que este lo cuide, buscando administrar de forma racional y ética toda la casa común.
Es en este contexto actual de cambio climático donde bien vendría preguntarse: ¿Qué tan consciente es el ser humano de su misión? ¿Qué tanto se está cumpliendo con este encargo?
Cuando pensamos en el cuidado del planeta pensamos en Ecología, en el cuidado de las plantas y animales y tener limpios el suelo, mar y tierra, pero nos ubicamos como seres distantes y no inmersos en el ecosistema, cuando somos nosotros la parte más importante de esa creación. Es sorprendente como muchas veces somos capaces de defender un árbol, abrazarlo, algunos hasta casarse con él, otros defienden con vehemencia la vida animal, llenándolos de cuidados y engreimientos, mientras que por otro lado tenemos una gran porción del planeta, incapaz y temerosa de defender la vida humana.
El Papa Francisco en su encíclica “Laudato Sí”, nos habla de una Ecología Integral que abarca un cuidado de nuestra casa común pero sobre todo del cuidado de nuestra vida.
Actualmente vivimos en una vorágine de consumismo, hemos sido parte o testigos de gente que abarrota los centros comerciales en estas fiestas de fin de año, con la única finalidad de comprar y comprar cosas que muchas veces no necesitan, a veces solo por ostentar riqueza material.
Esta falta de cuidado del medio ambiente expresada en un desorden en la valoración del ser de las cosas, tiene otra nociva consecuencia, la pronta extensión de la llamada por el Papa Francisco “cultura del descarte”. Muchas veces esta cultura del descarte no se aplica solo a los bienes materiales sino también a las personas. Basta con ir a un asilo y dialogar con los ancianos y escucharlos contar como sus familiares los dejaron allí y se olvidaron de ellos, o en los hospitales, pacientes a quienes nadie visita, o más lamentable aún, bebés y niños abandonados por sus padres porque nacieron con alguna dificultad física o económica. No nos debe extrañar también hoy en día observar tanta basura que abunda en nuestras calles, pues esto no es más que el fruto y el reflejo de esta crisis social que vive nuestro planeta, de esta contaminación que hiere nuestra naturaleza humana.
Para nadie es ajeno tampoco que en nuestro medio, el comercio del carbón es una invitación consentida a la deforestación de nuestros algarrobos, especie característica de nuestro ecosistema de bosque seco, nadie parece ser consciente de cuantas especies se quedan sin hogar pero además el impacto que eso tiene y luego nos quejamos cuando las condiciones climáticas nos son adversas.
Sin embargo, es hora ya de dejar sólo de lamentarnos sino de ponernos a trabajar y alzar las voces pero sobre todo cambiar nuestro estilo de vida. Por ejemplo, en la actualidad existen utensilios descartables de material biodegradable, son un poco más caros sí, pero cuánto cuesta nuestra vida, ¿Le pondremos precio a nuestra supervivencia? El uso de material descartable es de solo unos minutos, pero su permanencia en nuestro planeta es mayor que la de varias generaciones nuestras.
Por otro lado, nos quejamos de la basura en las calles pero cuantos sacamos la basura cuando ya pasó el camión, o pagan a un mototaxista o triciclero, para que lance los desechos en alguna esquina o cualquier espacio abandonado.
Cuántos de nosotros, en estas vacaciones, viajaremos, escapando de la ciudad, en búsqueda de paisajes naturales hermosos y los encontraremos también contaminados con bolsas y descartables.
Vemos que fácil es comenzar por algo: usando recipientes biodegradables en los negocios, sacando la basura a su tiempo, reciclando plástico, cartón, y erradicando paulatinamente el uso de las bolsas y las botellas, así la compra de carbón.
Finalmente deseo se pueda comprender que la Ecología no es ni debiera tomarse como algo superficial, como un desfile de vestimentas y carteles con materiales supuestamente reutilizados. El inicio de un nuevo año es una nueva oportunidad de cambiar nuestros hábitos y asumir nuestro rol al frente de la creación, una nueva oportunidad de salvar nuestro planeta, nuestro hogar, nuestra vida. Un nuevo año para dejar a un lado la indiferencia que nos paraliza. Si no tomamos conciencia, en lugar de celebrar un nuevo año, estaremos frente a un año menos, un año menos para nuestros hijos, para nuestros nietos. Un año menos para la sobrevivencia de nuestra especie, la especie “más inteligente” y a la vez más autodestructiva.
(Por: Karina Rojas Ruiz - Bióloga)