La riqueza de una nación no se mide por su PBI per cápita, que mide única y estrictamente el nivel económico de un país, sino que se mide por otro indicador, el indicador de la educación, y es que un país con raíces sólidas en políticas educativas es un país llamado al desarrollo sostenido, a un crecimiento progresivo que a la postre será la clave del posicionamiento económico, social y político de una nación.
Si nos preguntamos por lo positivo sobre todo desde la segunda mitad del siglo XIX nos encontramos con aspectos que nos animan. Lo primero que considero una fortaleza que se ha ido ganando de modo progresivo es la presencia casi global del Sistema educativo a lo largo del territorio nacional, 30600 centros poblados o localidades, cuentan con algún programa de educación básica regular escolarizado. De esta forma se puede decir que el Sistema educativo es la estructura organizacional de mayor alcance, teniendo así que1 de cada 3 peruanos acceden hoy a la educación. A esto se suma que a pesar de los desaciertos de los diversos gobiernos de turno estos han ayudado con la proporción de muchos recursos para las políticas educativas, pero sobre todo con la descentralización, lo que ha hecho que esta realidad de presencia casi universal del sistema educativo sea una realidad.
En la misma línea vemos que la presencia casi global del sistema educativo se hace ver desde la infancia, concretamente en torno a los seis años de edad, lo mismo que a pesar de ser una exigencia curricular garantiza que la incorporación de los peruanos a los programas educativos se dé desde la primera infancia. Así tenemos que en el Censo escolar y las proyecciones oficiales de población (INEI 2099 b) el año 2016 el 95,3% de los niños de seis años cumplidos al 30 de junio ingresó al primer grado de educación primaria. En el nivel primario también un signo de esa universalidad de la educación se evidencia en que cada 7 de 10 niños ingresan a la primaria y la culminan.
Otro logro que podemos rescatar en política educativa es el ingreso oportuno a la educación secundaria. Si en la primaria era en torno a los seis años el ingreso a la secundaria es en torno a los 12, según un informe del año 2016 con un porcentaje de 49, 3 % de la población estimada de dicha edad. Esto ha ido mejorando, hoy por hoy son muchos los que ingresan a primero de secundaria con 11 años cumplidos.
Por otra parte un factor no menos importante es el relacionado con los logros de aprendizaje, los cuales gracias sobre todo a la Evaluación censal han arrojado que en los últimos 10 años se ha mejorado considerablemente la comprensión lectora y de matemáticas. Esto si bien es medido en segundo grado de primaria muestra como la educación básica de la primera infancia está siendo bien conducido. A esto debemos agradecer también la promoción de políticas educativas sostenibles.
Sin embargo, es importante también reconocer que no todos son aciertos sino que también se han identificado falencias que de no ser corregidas echarán por la borda todo el trabajo sostenido que se viene realizando.
La primera falencia que es una de las causas principales de muchos de los problemas educativos es la infravaloración de la carrera docente, donde la búsqueda de buenos maestros se ha visto como una especie de reclutamiento, o una práctica clientelista, en donde es maestro no el más apto sino el conocido de alguna autoridad de la región. Esto genera profesores de pésima calidad y de una educación mediocre.
Unida a este problema encontramos la contraparte del sueldo magisterial que no refleja la valoración e importancia que otorga el estado a la carrera docente, aunque siendo justos esto se viene mejorando a paso lento pero de modo real.
Otro de los fallos es que aún no se ha asegurado el acceso a la educación secundaria en las áreas rurales, en donde muchos no terminan el ciclo regular de educación. A esto se suma el crecimiento de las ciudades que viene acompañado de una pobreza de la oferta educativa, lo que ha llevado muchas veces a generar escuelas privadas con fines de lucro, con una pésima calidad, para dar abasto a la demanda que no es abordada en su totalidad por las políticas educativas de turno.
¿Pero cuánto de verdad existe en este razonamiento? ¿Es realmente el Estado el responsable directo de la educación de un país?
La respuesta no puede sino ser tomada del sentido común, de la observación silenciosa de la naturaleza de la familia, en quien recae de manera directa e inmediata la responsabilidad de la educación de los hijos, de ahí el esfuerzo que debemos poner en romper el tóxico mito que otorga al Estado el papel protagónico de la Educación de un país.
Además se observa como un problema también que del paso del inicial a la primaria cambia la oferta educativa, lo que podría originar que al no haber educación no escolarizada, familias de escasos recursos no accedan a la educación.
A casi la celebración del bicentenario debemos dar gracias por la sostenibilidad y universalidad del sistema educativo en nuestro país, por el apoyo de gobierno en las políticas educativas, por los logros de aprendizaje fruto del esfuerzo denodado de muchos maestros que sorteando todo tipo de dificultades realizan su vocación de la mejor manera.
Hay muchas cosas que corregir pero no es papel del estado hacerlo, es tarea de todos, pero sobre todo de los padres de familia, en quien recae en primer término la responsabilidad en la educación de sus hijos, y al estado de forma subsidiaria.
(Por: Josemaría Córdova
Benites-Docente)