La muerte, tras el estallido social del fin de semana, de momento, se detuvo en el número quince. La cifra sacude las entrañas de Chile, país desacostumbrado, desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet (1990), a contar cadáveres (salvo por seísmo o tsunami).
Quince muertos
Piñera convocó a los principales líderes de los partidos políticos en busca de consenso para construir un “acuerdo social” con “rapidez, eficacia y también con responsabilidad hacia mejores soluciones que aquejan a los problemas que aquejan a los chilenos”. Su declaración, a plena luz del día, no encontró la paz en la noche.
El estado de emergencia y el toque de queda se extiende ya, prácticamente de norte a sur del país. El viceministro del Interior, Rodrigo Ubilla, confirmó las noticias más negras. “Son quince los fallecidos. Todos ellos asociados a quemas y saqueos, principalmente en comercios”. Dicho esto, deslizó que la presencia del Ejército y los Carabineros ha dado un respiro a la secuencia de violencia interminable que arrancó el pasado fin de semana. “hay una disminución significativa” de los incidentes en Santiago, la ciudad donde empezó y posiblemente, terminará todo. Se redujeron los altercados de “117 a 41 en las últimas 24 horas”, informó.
Una red organizada
El viceministro, como Piñera y buena parte de los países vecinos, cree que detrás de las protestas se oculta una red organizada con una, “mente planificada de estos violentos que buscan desestabilizar el país”. Así lo declaró en el diario “El Mercurio”, el de mayor influencia, el más antiguo (fundado en 1827) y víctima a su vez de la furia de la turba que intentó reducir a cenizas su sede de Valparaíso (120 kilómetros al oeste de Santiago y sede del Poder Legislativo).
En este escenario, la tensión dejó espacio para la ironía. Cecilia Morel, la mujer de Sebastián Piñera, se convirtió en trending topic al filtrarse un audio suyo a una amiga en el que reconoció que el Gobierno estaba desbordado y comparaba la situación con una “invasión extranjera, alienígena”. Con voz de enorme preocupación, advierte que las revueltas tienen como objetivo romper, “la cadena de abastecimiento” y concluye, “vamos a tener que diminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.