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Publicado el Lunes, 25 de Marzo del 2019

De qué hablamos cuando nos referimos a Julian Barnes

Julian Barnes no sólo es uno de los más sólidos y eficaces, sino que a sus 73 años también uno de los más entusiastas.
 De aquella pandilla de jóvenes escritores (Amis, Ishiguro, Kureishi, McEwan...) que Jorge Herralde bautizó como ‘dream team’ y reclutó para Anagrama en los 80, Julian Barnes no sólo es uno de los más sólidos y eficaces, sino que a sus 73 años también uno de los más entusiastas. Se muestra encantado y del mejor humor de estar en Barcelona “y no en Londres, con la que está cayendo”, dice. Y, sobre todo, de publicar ‘La única historia’ como número 1.000 de la colección amarilla Panorama de narrativas. Un gesto “nada casual”, aclara la editora Silvia Sesé, con el que Herralde celebra los 50 años de la editorial y, de paso, su reciente Medalla de Oro al Mérito Cultural.
 
Barnes es una de las cabezas de cartel de Kosmopolis 19’, la fiesta de la literatura amplificada en el CCCB, en la que participó ayer en un diálogo con la periodista Anna Guitart titulado ‘El sentido del relato’. Y de eso trata, no sólo la aclamada y profunda ‘El sentido de un final’, con la que se llevó el Booker 2011, sino la maravilla con la que regresa ahora, tras el volumen de ensayos sobre arte Con los ojos abiertos. De hecho, su nueva novela trata sobre la única verdadera historia que le importa a cada cual, la de su primer y gran amor, surge de aquélla, “de entre los tres o cuatro orígenes que puede tener una novela de los que nunca somos del todo conscientes”. “En aquella novela, sobre el final aparecían las consecuencias de una relación entre un hombre de 21 y una mujer sobre el final de sus 40. El lector no conocía la realidad de esa relación y se la tenía que imaginar. Pensé que ése podría ser un buen punto de partida”, explica.
 
Cualquier interpretación autobiográfica está vedada de antemano por el jocoso autor: “Para saber eso, habrá que esperar a mis memorias póstumas”. E incluso después, bromea sardónico sobre el ‘spoiler’ de algún detalle de peso en la trama en relación a la espinosa situación catalana: “Hagamos un referéndum para decidir si podemos hablar de eso”.
 
Pero de lo que sí podemos hablar es que el autor del ‘El loro de Flaubert’ niega en redondo cualquier filiación a ‘La educación sentimental’. Cosa cierta, porque la historia de Paul, un universitario de 19 durante las aburridas vacaciones estivales en los suburbios residenciales del Londres de los 60, y Susan, una mujer casada de 48 y con dos hijas mayores, va más allá de la peripecia sentimental de un verano acicateado por la erótica del tenis.

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