Por estos días que el nombre del Perú se ve y se escucha en todo Madrid, tiene gran acogida una muestra sobre la civilización Nasca (200 a.C.-650 d.C.). Hace una semana se inauguró la exposición “Nasca. Buscando huellas en el desierto”, al que le ha dedicado un conjunto de salas en el piso 3 de Espacio, Fundación Telefónica, a metros de la Gran Vía madrileña.
El primer impacto visual que tiene el visitante es un trabajo de recreación en 3D del territorio de las pampas donde los nasca hicieron sus famosos geoglíficos. Prácticamente uno tiene la vista como si estuviera sobrevolando las pampas en una avioneta, para analizar qué ha permitido mantener a estas grandes figuras compuestas o dibujadas sobre una capa de piedras pequeñas en más de 500 km² de desierto, gracias a la cadena de montañas que impide el traslado de material de los Andes en camino natural hacia el océano Pacífico.
La modernidad aporta para entender mejor el pasado. Los elementos multimedia son un gran aporte para que la comprensión de los visitantes sea más fácil y ágil.
En uno de los ambientes, dedicado a la música y la ritualidad, donde hay cerámicas de antaras, cántaros y botellas, se escucha sutilmente por los parlantes el sonido de esos instrumentos prehispánicos. No sabemos las melodías de los nasca, pero sí el dulce sonido que ofrecía la cerámica o que utilizaban sustancias alucinógenas para realizar sus rituales y que la música era parte importante en esta actividad de los nasca. También para apreciar en un solo plano y a colores vivos todo el arte de un cántaro.
Entre los trabajos audiovisuales destaca el video rodado en 16 mm., Paracas (1983), de Cecilia Vicuña, que reconstruye esta iconografía gracias a cerámicos y plastilina grabados en la técnica stop-motion. Más reciente es el trabajo de Luz María Bedoya que reflexiona sobre la perspectiva a partir de imágenes horizontales del desierto de la región Ica.
Las botellas nasca de doble pico son uno de los objetos cerámicos que más llama la atención por la cantidad de información que hay en sus angulosas formas, como aquella sobre una escena de combate ritual y “captura de cabezas”.
Porque la decapitación de los vencidos en las guerras era parte de la ritualidad asociada a la fertilidad agrícola que practicaron los nasca.
Otra genialidad de los nasca que se revalora en la muestra es su capacidad para luchar frente a la falta de agua y trabajar un sistema hidráulico que traía las aguas del subsuelo –los “puquios”–, los almacenaban en cochas y los distribuían a los canales de cultivo.
Tributo al barro
La muestra en Madrid es un tributo al barro, donde los nasca fueron grandes maestros. Ahí dejó plasmada su cosmovisión este pueblo de los desiertos del Perú: sus aves, animales marinos, frutos y sus escenas de la vida cotidiana (básicamente pesca y agricultura).
Hay un culto a la muerte en las culturas prehispánicas y a la muestra “Nasca…” han llegado el contenido de tres fardos funerarios de la Necrópolis de Wari Kayan. Por ejemplo, en el fardo signado como WK 382 se pueden ver las imágenes en blanco y negro del proceso de apertura del fardo por el propio sabio Julio C. Tello, junto a algunos visitantes (era otra la arqueología y en esa época aún no se utilizaban los guantes quirúrgicos para manipular este tipo de materiales).