La última vez que Pilar Villarán habló con su hija pudo decirle varias veces lo hermosa que estaba. Han pasado 16 años de ese momento, que aún vive en ella con la nitidez de las despedidas imprevistas. Ese día, Verónica Delgado Aparicio Villarán (26) se iba a bailar y no había decidido qué ponerse. ¿Un vestido? ¿Un pantalón? ¿Las dos cosas? A las 11 de la noche volvió al cariñoso espejo de la opinión materna. Su padre, el abogado Luis Delgado Aparicio, descansaba en el dormitorio. “Ya te dije que estás hermosa”, le volvió a decir Pilar, con un beso, y la despidió con la recomendación de siempre: que fuera con cuidado, que la calle no es segura.
–Ay, mamá. Qué me va a pasar, si me voy a la mejor discoteca de Lima.
Cinco horas después, Pilar reconocía el cuerpo de su hija en la clínica Montefiori. Lo que más recuerda de la madrugada de ese 20 de julio del 2002 es que no podía llorar. Estaba como bloqueada. En una de las camillas la encontró. “La vi linda, como si estuviera dormidita”, dice mientras sujeta un retrato plastificado con el rostro de Verónica, una de las 29 personas que murieron en el incendio de la discoteca Utopía.
En la sesión de fotos para Somos, Pilar Villarán se encuentra con la actriz Ingrid Altamirano, que tenía nueve años en la época de la tragedia. Ella hace de su hija en la película Utopía, próxima a estrenarse, y Pilar jugó un papel fundamental en ese específico casting. “Yo la escogí. Le dije a Gino Tassara [el director de la película] ‘déjame hacerlo’. Él me enseñó las fotos de las actrices posibles, vi varias de ellas y algunas no me parecían. Hasta que vi a Ingrid y así fue. Le dije ‘esta es. Ella es’”.
Ingrid tiene un recuerdo un poco brumoso de esa época, como cualquier persona de su generación. Y, sin embargo, estar en contacto con los familiares de las víctimas la conmueve como a cualquiera. No menos emocionada está Pilar, a su lado, que se confiesa “una llorona”. El día de la tragedia no se permitió quebrarse, al menos en las primeras horas, porque si no su esposo, el recordado ‘Saravá’, se derrumbaba. Ahora, ante la visión caracterizada de su hija, sonríe, la abraza y ahoga un pequeño sollozo.