“Sin agua no hay vida” es una certeza científica que es rebatida a diario por miles de familias –la mayoría usuarios de Epsel– que sobreviven en los asentamientos humanos comprando baldes de agua a un sol cada uno, y expuestos al riesgo latente de contraer y padecer enfermedades ocasionadas por bacterias, parásitos, o el coronavirus.
El esquema regional de saneamiento, atendido por la Entidad Prestadora de Servicios de Saneamiento de Lambayeque (Epsel) –desde hace dos años aproximadamente administrada por OTASS– indica que son 20 distritos los abastecidos con agua potable entubada, mientras que a otros 16, se les abastece a través de pozos tubulares. Es decir, agua subterránea que con la ayuda de una bomba eléctrica, es elevada a un reservorio y luego distribuida por tuberías a los domicilios de los 16 distritos como Reque, Mocupe, Zaña, Oyotún, Puerto Eten, Íllimo, Nueva Arica y otros.
MARGINAN A VECINOS
Sin embargo, la débil presión suele generar controversias entre los vecinos; los domicilios cercanos al tanque elevado son abastecidos en forma óptima, mientras que los ubicados en zonas alejadas lo hacen esporádicamente, pero Epsel igual les factura el consumo, incluso cuando la bomba se malogra y no es reparada durante días o semanas.
Esta deficiencia en el servicio es compensada con la distribución de agua potable a través de cisternas, priorizando en los que la necesidad requiere de una atención de ‘emergencia’. Mórrope y Pacora, con el tema de agua subterránea contaminada con arsénico, son prioridad en la agenda.
A pesar que el auxilio con vehículos cisterna se realiza con cierta regularidad, las deficiencias de Epsel persisten en la distribución interna entre los vecinos de un solo poblado o una urbanización: a algunos sectores se les reparte dos y tres veces por semana y a otros –inexplicablemente– los marginan hasta por un mes y más tiempo.
REPARTO EQUITATIVO
Esta actitud de posible marginación, casual o adrede, es revelada por pobladores de varios distritos, los cuales en su desesperación por sobrevivir tienen que privarse de un pan en la mesa para comprar agua por baldes.
Un ejemplo de marginación estaría sucediendo en la urbanización Juan Tomis Stack, ubicada en el distrito de San José. El viernes último, después de casi seis semanas de padecer la falta de líquido vital, un camión cisterna de Epsel se aproximó al sector noreste (cerca al paradero 5) pero para abastecer a los domicilios de apenas dos cuadras.
“Por la manzana F y los sectores aledaños las cisternas no vienen. Cuando al chofer se le reclama el por qué, nos responden que ellos solo cumplen con un recorrido establecido por Epsel y que no pueden desviarse”, puntualizó una vecina que evitó identificarse por temor a posibles represalias de los funcionarios.
“El 22 % NO TIENE AGUA”
Otra moradora, que pidió a Epsel una equitativa y oportuna distribución del líquido vital entre todos los vecinos, aseveró que cuando no tienen dinero para comprar agua, tienen que salir hasta la pista (carretera a San José) para mendigar unos cuantos baldes a los vehículos cisterna que reparten en otras manzanas, “y desde ahí tenemos que cargarlos por ocho y 10 cuadras hasta nuestras casitas”.
El alcalde de Chiclayo, Marcos Gasco Arrobas, recientemente precisó que el 22 por ciento de los lambayecanos no tienen agua y el 28 %, carece del servicio de desagüe. “En dos años de gestión en Epsel, OTASS no ha logrado satisfacer necesidades”, puntualizó la autoridad.
En tiempos de pandemia, estas deficiencias reiterativas en el abastecimiento de agua subterránea por tuberías y la potable, mediante vehículos cisternas, podrían estar incubando el riesgo de una segunda ola de contagios del coronavirus en la región Lambayeque.
La disponibilidad de agua potable entre las familias, resulta vital para el aseo y lavado de manos, recomendación médico científica que es fomentada hasta el hartazgo por las autoridades de salud como la única manera de prevenir la propagación del coronavirus y de preservar la vida de los peruanos y el resto de los seres humanos en el mundo.