Fang Fang comenzó la escritura de un blog el día que arrancó la cuarentena. Testimonio de su país y de la enfermedad
El nombre de Fang Fang apenas suena a los lectores españoles, pero ella es una escritora y poeta china nacida en Nankin en 1955 más que aclamada y premiada en su país de origen. A los dos años su familia se mudó a Wuhan y allí empezó a trabajar en un astillero para mantener a los suyos. De ese conocimiento sobre la vida de los trabajadores y, posteriormente, del mundo intelectual nacen buena parte de sus historias que la enmarcan dentro de lo que se ha llamado «literatura del nuevo realismo». Su lista de obras es más que extensa (supera el centenar) y ha sido traducida a casi todas las lenguas de este lado del planeta, Occidente.
No obstante y pese a estos precedentes, ya se pueden imaginar la razón por la que Fang Fang se ha hecho famosa en medio mundo y su nombre suena en internet y por las redes sociales tanto o más que el de cualquier líder de opinión forjado al calor insano del coronavirus. Ella ha estado ahí para contarlo y lo ha contado sin miedo a que le cortaran las alas o directamente la conexión a internet y su posibilidad de comunicarse y comunicarnos muchos detalles que aquí ignorábamos. La pandemia no solo ha puesto sobre el tapete la precariedad de los sistemas sanitarios de la mayoría de los países sino también la de muchos políticos y en el caso de China, muy en concreto, la falta de transparencia informativa o, directamente, la censura sin paños calientes.
Fang Fang arranca el blog que ocupa las páginas de este libro impreso con la premura de la actualidad y con la necesidad de saber qué ocurre a su alrededor el 25 de enero de 2020. Fecha que ni ella ni nadie van a olvidar. Lo que vino después hasta el día de hoy no hace falta que nos lo detallen demasiado porque de una manera u otra lo hemos sufrido cada uno de nosotros en primera persona, pero el testimonio de Fang Fang duplica su valor dado que se sitúa en el epicentro del terremoto pandémico y denuncia sin miedo la pésima gestión de un régimen tan monolítico e impenetrable como el chino.
Palos de ciego
Por eso, Fang Fang ha tenido que sobrevivir en una ciudad sitiada por el virus y ha tenido que superar todos los obstáculos que la censura ha colocado en su camino. Y, al final, lo más sorprendente es que ambos retos los supera y los cuenta con una frescura que se aleja por completo de cualquier atisbo de heroicidad o de ese protagonismo tan afín a las redes sociales. Ni siquiera esboza un alarde literario a la hora de narrar los hechos.
Las entradas del blog, que cubren los sesenta días de la cuarentena no dan lecciones de superioridad. Son tan sencillas como las de un diario que, al final, se puede interpretar como una larga crónica periodística que se juega el pellejo en cada palabra pues denuncia la incompetencia de los funcionarios de un país que se vendía como perfecto y que metió la pata hasta el fondo desde el minuto uno: dio palos de ciego, negó la mayor, acusó de traidores a quienes le llevaron la contraria y les vapuleó públicamente. Cada uno de los testimonios de Fang Fang resulta demoledor, pero nos podemos quedar con esta frase suya: «¡La presencia de estos ultraizquierdistas representa una amenaza existencial para China y su pueblo! ¡Son el mayor obstáculo de la Reforma y Apertura!».