Hace unos días se publicaron en España las memorias de Demi Moore. Tituladas “Inside Out. Mi historia” (Roca Editorial), en ellas la intérprete hace confesiones tan impactantes como que a los quince años fue violada y obligada a prostituirse por su madre o que, tras su divorcio del también actor Ashton Kutcher, su segundo marido, dejó de comer (llegó a pesar 43 kilos) y en 2012, durante una fiesta en su casa en la que estaba su hija mayor, aspiró óxido nitroso y tuvo que ser trasladada de urgencia al hospital. “Sabía que tenía elección –escribe, rememorando ese momento–, que no todo estaba perdido: podía morir sola, igual que mi padre, o podía plantearme de una vez por todas cómo había llegado a eso y armarme de valor para afrontar y asumir las respuestas”. Una prosa fluida, emotiva, pero lo suficientemente aséptica, y por momentos hermosa, que aupó al libro hasta lo más alto de las listas de más vendidos en Estados Unidos (allí apareció en octubre del año pasado), donde permaneció durante semanas.
Fue entonces cuando los editores de Moore se pusieron en contacto con Levy, según contó la periodista al periódico británico “The Guardian” el pasado 22 de octubre. Al parecer, habían leído su libro “The Rules Do Not Apply” y pensaron que ambas tenían mucho en común. “Si hace cinco años me hubieran dicho que llegaría a ser buena amiga de Demi Moore, que ella sería alguien con quien realmente podría hablar, no lo habría creído”, confiesa Levy en la mencionada entrevista. Cuando aceptó el encargo, la periodista era muy consciente de que pasaría a engrosar la célebre nómina de “ghostwriters” (escritores fantasmas, si nos atenemos a su estricta traducción) que se esconden detrás de las autobiografías de muchos de los famosos de Hollywood y alrededores.
Fenómeno editorial
Un fenómeno poco común en España (el término usado en nuestro país, “negro”, que hasta acepta el Diccionario, tiene unas peligrosas connotaciones esclavistas que hacen impensable su mera pronunciación en Estados Unidos), pero que en la industria editorial anglosajona se ha convertido en un género en sí mismo, proporcionando sustanciosos beneficios a sus autores. Los dos ejemplos más recientes son “The Beautiful Ones” (Reservoir Books), las memorias de Prince, que fueron escritas por Dan Piepenbring, un joven periodista bastante desconocido cuando el genio de Mineápolis lo eligió, pero que ahora es fijo en el “New Yorker”, y “Yo” (Reservoir Books), la autobiografía de Elton John, un trabajazo de orden y concierto memorialístico de Alexis Petridis, crítico musical de “The Guardian”.
Pero, si nos remontamos algún que otro año, hay bastantes casos más. Keith Richards confió en el periodista británico James Fox –exmarido de la diseñadora Bella Freud, hija de Lucian Freud– como coautor de “Vida” (Libros Cúpula). André Agassi pasará a la historia de la industria editorial reciente, bastante más modesta que la del tenis, por lo bien que estaban escritas sus memorias, tituladas “Open” (Duomo) y obra del escritor J. R. Moehringer, quien hace sólo unos meses confesó a ABC que “cuando les dije a mis amigos y colegas que iba a hacerlo, fue como si les hubiese dicho que me iba a ir de mochilero por Europa, les pareció algo irresponsable y estúpido, pero es escritura real, y es muy difícil, es algo muy sagrado”.