La memoria del RMS Titanic no naufraga, pero sí la idea mantenida durante décadas de que es fuente de un gran negocio. Una nueva polémica alentada por la mayoría de los descendientes de las aproximadamente2.200 personas que viajaban a bordo del transatlántico que protagonizó el naufragio más famoso de la historia el 15 de abril de 1912. Por respeto a las más de 1.500 víctimas, no quieren que los restos del buque acaben siendo objeto de caza de tesoros.
El tratado en cuestión, de 2003, pero ratificado a finales de 2019 por Mike Pompeo, concede a los dos países la potestad para autorizar expediciones al pecio hundido o retirar artefactos localizados en su interior. Ya tiene como primer desafío pararle los pies a la empresa RMS Titanic Inc., eventual “administradora” del naufragio desde 1993, que se dispone a abrir el techo de una de las cubiertas para extraer objetos, si bien afirma que lo hará “para evitar su destrucción”, según informa “The Telegraph”.
De momento ya han anunciado que quieren rescatar la radio sin hilos de Marconi que iba a bordo, cerca del puente de mando como se observa en el gráfico que publicamos, y que sirvió para lanzar el mensaje “Save Our Souls”, que hizo famosas para siempre las siglas SOS. El presidente de RMS Titanic Inc., Bretton Hunchack, declaró que el deterioro del pecio es tan veloz que es hora de poner a salvo “contenidos preciosos”que de otro modo se perderán para siempre.
Tumba en el mar
Muchos descendientes, activistas y expertos temen que, una vez abierta la cubierta del pecio, nada impida rebuscar entre los restos hasta agotar las posibilidades de recuperar joyas, restos de cuadros y objetos de valor o coleccionismo, dando lugar a una verdadera caza de tesoros contra el tiempo. Y piden paz para una tumba en la que permanece el recuerdo de los más de 1.500 náufragos.
“Claro que reconocemos la tragedia que ocurrió -declaraba Hunchak al “Telegraph”-, pero la dura verdad es que tenemos que compartir lo que vemos con el resto del mundo. ¿Por qué solo unos pocos científicos tendrán acceso de primera mano a los objetos?”, se pregunta el empresario, asumiendo un papel de portavoz excesivo. Y concluye con su desafío: la radio Marconi puede “enseñarnos muchas cosas de los momentos finales del Titanic y por eso vamos a rescatarla, junto con otros objetos, a la superficie”.
Lo llamativo es que, desde que el naufragio fue descubierto por Robert Ballard en 1985, la explotación de los restos ha obedecido siempre a una lógica comercial y los objetos recuperados del yacimiento han acabado en subastas y exposiciones por todo el globo. Hasta ahora, RMS Titanic Inc. había extraído sólo elementos de la zona de escombros que rodea el pecio. Ahora es cuando quieren abrir por primera vez las cubiertas con fines comerciales.
Pasados los cien años del naufragio, todo ese legado se considera oficialmente patrimonio, pero la lógica comercial no se ha revertido, puesto que se basa en la reclamación de una empresa ante un tribunal norteamericano. El tratado internacional puede potencialmente romper esa dinámica, puesto que está por encima de las decisiones de un tribunal de distrito.
“Un destello tardío”
Los expertos son pesimistas sobre esta lógica empresarial que presiona al pecio más famoso del mundo. El abogado José María Lancho, especializado en patrimonio subacuático, reflexiona: “La gestión de los restos del Titanic se hizo para la quiebra de Premier Exhibitions, la sociedad matriz de RMS Titanic Inc, “titular” de los derechos del barco naufragado. El nuevo tratado es un destello tardío para un problema generalizado y muy grave. Necesitábamos este ejemplo para demostrar lo lejos que estamos de una buena solución todavía en este asunto”.
El Titanic naufragó por un accidente. Muchos otros barcos, también considerados tumbas, acabaron hundidos en acciones de guerra. Por eso la lógica comercial, improcedente para el respeto del Titanic, es mucho peor aplicada a casos como el del galeón San José en Colombia. “Una tumba de guerra no debe ser el botín de unos cazatesoros asociados a un Estado”, remacha el abogado. El Gobierno británico considera un hito “histórico” el tratado y confía en sumar ahora a más países como Canadá y Francia para “dar todavía más protección” a los restos.