“¿Quién no conoce su Quinta sinfonía? ¿Qué ciudadano no ha escuchado el Himno a la alegría? Es la música más popular que existe y la relación con él nos viene a todos prácticamente desde la cuna”.
Pero la violinista incide en un aspecto crucial para comprender la dimensión de Beethoven en esta conmemoración de los 250 años de su nacimiento: que no sólo los músicos han crecido con sus obras; también la gente, en toda la extensión de la palabra, ha incorporado su música a sus vidas.
Durante 2020, el Año Beethoven recuperará en todo el mundo una obra que no hace falta rescatar, pues nunca ha dejado de estar presente. Lo que sí cobrará un mayor protagonismo será la personalidad del genio alemán, un humanista que concibió el placer estético como una herramienta de transmisión de valores, a pesar de una vida llena de escollos que podrían haberle condenado a la misantropía y la reclusión. Así queda reflejado en las grandes exposiciones que acogen Bonn y Viena, lugares de nacimiento y muerte del autor, respectivamente. En la antigua capital de la RFA, el Bundeskunsthalle establece paralelismos con Goya (ambos marcados por la sordera y por los desastres de las guerras napoleónicas) y muestra objetos como la trompetilla que Beethoven utilizó, mientras que en la metrópoli austriaca la Biblioteca Nacional recopila partituras y otro material autógrafo.
Por su parte, el sello Deutsche Grammophon presentó el pasado 1 de noviembre “la más completa antología de Beethoven”.