Qué difícil es expresar en tan cortas líneas la fecundidad de una vida dedicada al servicio del prójimo. Veintinueve años han transcurrido desde aquella tarde en la que una noble vida se cegó tras la acusación “Estás muriendo por hablar de Paz”. Estimados lectores esta es una nota sencilla que más que lucirse en la redacción es simplemente anotar unos renglones con la vida fértil, que sembró justicia, solidaridad, amor y servicio por su comunidad.
Esta página de hoy está dedicada a la vida de una gran mujer que con su humilde ejemplo de servicio a su pueblo, sembró esperanza en el corazón de su gente que sufría la inclemencia del terrorismo, que segó muchas vidas, tras oscuro camino. Sus hermanas, las religiosas de la Comunidad del Buen Pastor presentaron el libro “Aguchita, una vida entregada a Dios y al prójimo”, texto del cual compartiremos algunos extractos.
La juventud ávida de modelos a emular, puede encontrar en la vida de Agustina Rivas López, la valentía, la sencillez del servicio y el amor por la vida, que no dudó en donar la propia en pos de sus ideales.
¿Quién es Aguchita?
La hermana María Agustina Rivas López, nació el 13 de junio de 1920 en Coracora, Ayacucho; ella era la mayor de 11 hermanos, sus padres fueron los esposos Dámaso Rivas y Modesta López. Creció en un hogar donde aprendió las virtudes cristianas y formó su carácter alegre y vivaz que le dio ese aire de serenidad y paz que todos admiran. A los 18 años se fue a Lima donde tuvo su primer contacto con la Congregación del Buen Pastor. En 1942 distingue claramente el llamado de Jesús y emprende la hermosa aventura de ser misionera de la Misericordia.
Vivió con fidelidad inquebrantable su vocación religiosa. Fue un testimonio creíble de la Misericordia, en la comunidad era quien ponía el sello de su líder espiritual y apostólica. De 1970 a 1975 compartió con la comunidad de las hermanas contemplativas. Agustina fue para ellas una excelente y abnegada enfermera, un apoyo constante y fraterno. En 1986 forma parte de la comunidad del noviciado. Su testimonio de vida fue un factor importante en la formación inicial de las novicias.
Llegamos a la última etapa de su vida. No la más importante, pero sí la que puso en evidencia toda su riqueza personal y su opción por los más pobres, los pequeños del Reino: su misión en centro poblado La Florida del vicariato de San Ramón y su sueño hecho realidad, ‘trabajar en la selva”.
La congregación había asumido allí un proyecto de promoción de la mujer dirigido especialmente a la joven y a la mujer campesina de la zona nativas las pobres, las más pobres del valle. La situación fue tornándose muy difícil debido a la presencia de grupos subversivos en el valle de Yurinaqui.
Permanecer allí, era para la congregación un gran desafío con dos alternativas: abandonar la misión o ponerse en riesgo constante de dar la vida. La comunidad optó por lo segundo. Aguchita, siguió fiel a su opción en absoluta coherencia; así el 27 de septiembre de 1990; el Buen Pastor le hizo su último llamado de ofrendar su vida en manos de un grupo subversivo.
El martirio en La Florida
En La Florida, la casa de las hermanas poco a poco fue convirtiéndose en un lugar de formación para mejorar las capacidades de las mujeres jóvenes y niños del pueblo. En aquel lugar, alejado de las comunidades de la modernidad, las hermanas realizaban sus tareas, brindando un servicio a los pobladores. Compañeros del camino de Agustina, comparten sus testimonio: A sus 60 años, Aguchita se mostraba siempre jovial, serena e incansable dedicándose al trabajo de evangelización y promoción de la mujer en talleres de tejidos, repostería y cocina.
Tenía el don de convocar a grandes y niños. Todos en La Florida buscaban a la hermana Aguchita, como solían llamarla. A su lado los niños aprendían a rezar, a tejer, a hacer pan, a cuidar las plantas y los animalitos.
El 27 de septiembre de 1990. Aquel día, por la tarde arribó al pueblo, una caravana del Partido Comunista Sendero Luminoso y convocó a una reunión en la plaza del pueblo.
Luego del consabido discurso y las vivas al “camarada Gonzalo”, iniciaron la formación de la fila de los sentenciados, uno de ellos empezó a llamar por su nombre: Juan Pérez Escalante, Luis Pérez Marín, Pedro Pizarro, Efigenia Marín de Pérez, doña Jesús Marín de Pérez y la hermana María Agustina Rivas López, esta última acusada de trabajar con los ashaninkas, hablar de paz, distraer a los niños con caramelos, distribuir alimentos y organizar a las mujeres.
Cuando, Aguchita intercedió por los demás diciendo: “No los lastimen, son personas que no han hecho daño a nadie”, el grupo subversivo respondió: “A ti, que ahora te salve tu Dios, a tu Dios le vamos a cortar el cuello”... Momentos después comenzaron las ejecuciones… una joven senderista le disparó a Sor Aguchita, 5 tiros: dos en el lado izquierdo del tórax, 2 en el brazo izquierdo y uno en el occipital izquierdo; así murió Agustina, para vivir eternamente en el corazón y la memoria de sus hermanas y de la gente que tanto amó.
Otros testigos presenciales manifestaron su testimonio del día del martirio; diciendo que antes de ejecutarla se escuchó el juicio final hacia la hermana Agustina, en la que la sentenciaron diciendo: “Te mueres por hablar de paz, por organizar a estas personas…”, enfatizaron sus verdugos.
Agustina, voló al cielo con las manos llenas de amor por sus semejantes, cumpliendo la misión de dar la vida por quienes Dios encomendó a su cuidado.
Para los jóvenes
El padre Eduardo Vizcarra Ladrón de Guevara (Orden de los Jesuitas), la periodistas Cecilia Zuloeta Aliaga y el magister Osmer Campos Ugaz tuvieron la responsabilidad de presentar el libro “Aguchita: una vida entregada a Dios y al Prójimo”, presentación a la que concurrieron adultos, jóvenes y niños. Los profesionales fueron convocados por las Hermanas del Buen Pastor: Sor Ursula, Sor Carmela y Sor Alicia, quienes agradecieron la presencia y el interés mostrado por la vida de Sor Agustina Rivas, cuya causa se eleva hacia Roma en busca de la beatificación.