Cultura
Publicado el Domingo, 15 de Diciembre del 2019

La verdad sobre el héroe épico

Rodrigo Díaz ganaba las batallas, porque tenía mucha capacidad de aprendizaje y mucha capacidad analítica de las circunstancias, por complejas que fueran.
Por qué ganaba el Cid todas sus batallas? “Esa pregunta no había sido bien analizada y es esencial para entender el personaje. Rodrigo Díaz ganaba porque tenía mucha capacidad de aprendizaje y mucha capacidad analítica de las circunstancias, por complejas que fueran. También vencía por la hibridación que consiguió en su contacto con los musulmanes. Muchas de sus tropas eran musulmanas y con ellas aprendió técnicas y pudo formar un ejército permanente que funcionaba gracias a los botines de las razias y los tributos. Tenía una visión militar global: empleaba cualquier recurso a su alcance. Por ejemplo, la psicología humana. Cohesionaba a sus hombres, aterrorizaba a los enemigos, los manipulaba... Además, encontró un mundo propicio para ese talento: el de Al Andalus fragmentado. Su éxito no habría sido posible ante un califato unido”.
 
Quien habla es el historiador extremeño David Porrinas González, autor de El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra (Desperta Ferro), la primera biografía académica del señor de la guerra castellano del siglo XI desde 1999. ¿Alguien se quedó con ganas de más después del Sidi de Pérez Reverte y antes de la serie de Amazon? En las 421 páginas de Porrinas encontrará lo contrario a un mito novelesco, pero podrá disfrutar de mucho conocimiento relevante en el año en el que Vox ganó 52 diputados.
 
“Rodrigo Díaz utiliza la ideología de la reconquista aunque no conociera el término reconquista, que es del siglo XIX. La palabra no existía, pero estaba la idea de la recuperación de unos territorios que habían pertenecido a los cristianos, la restauración del orden eclesiástico perdido. Era un ideario que circulaba por toda la Península, y que tenía un sentido de legitimación para los reyes cristianos. Los musulmanes eran lo de menos, lo que de verdad importaba era la lucha por la primacía entre los cristianos. Lo importante era decir: ‘Yo, como agente divino, he recuperado esta ciudad para la cristiandad, he fundado una catedral y esto ya no me lo puede quitar nadie’. Y decírselo a otros reyes cristianos. Cuando Rodrigo Díaz, en un documento de 1098, cuatro años después de tomar Valencia, manifiesto la conversión de la ciudad, la fundación de la catedral y el nombramiento del obispo Jerónimo, usó el mismo lenguaje de reconquista que usó Alfonso VI en Toledo y Pedro de Aragón en Huesca... Fueron los mismos argumentos de reconquista”.
 
Esa idea, ¿existía 100 años antes? “Había alguna noción, un recuerdo de un pasado godo... Pero no se planteaba con esa nitidez. Sólo se expresó cuando llegaron a la Península los almorávides, que eran unos enemigos mucho más agresivos que los andalusíes. Eso requirió un rearme de la cristiandad, incluido un rearme moral. Los almorávides trajeron una idea de guerra santa y a la guerra santa se le respondió con más guerra santa”.
 
La paradoja es que el Cid que retrata David Porrinas González no es un nacionalista cristiano, sino un personaje de frontera, un pragmático interesado en vender su mercancía a unos y otros y en su beneficio personal más que en un gran proyecto político/moral. “El documento de Valencia también es una muestra de pragmatismo. El Cid adoptó ese lenguaje porque era el que le convenía. Esa sacralización de su trabajo era una salvaguarda para no ser atacado por los condes de Barcelona, en cuya vía de expansión estaba Valencia. Cuando le convino revestirse de guerra santa, lo hizo; cuando le convino comportarse como un príncipe islámico, lo hizo”.
 
 

Suscríbete a La Industria

Disfruta de nuestro contenido a diario