Es difícil de creer que una biblioteca se encuentre cerca de un mercado tan abarrotado y bullicioso como el de Monsefú, pero allí estaba, en el segundo piso de uno de los locales de la cuadra cinco de la calle Diego Ferré. Las escaleras conducen a un espacio reducido, donde los murmullos retumban de pared en pared. Al menos, esta sí funciona.
El encargado del recinto cultural, Miguel Gonzales Farro, señaló que al parecer hoy hubo suerte, pues ya son tres las personas que llegaron a realizar lectura en búsqueda de información. Y es que, según explicó, en los mejores meses a penas se ha llegado a cifras que no superan los 50 visitantes.
“Son muy pocas las personas que vienen a leer, y los que llegan son mayormente universitarios o estudiantes de secundaria. El hábito de la lectura se está perdiendo indudablemente, y el panorama de la biblioteca lo revalida (…). Espacios como este están quedando en segundo plano por la digitalidad. Los libros son casi un material en desuso”, declaró.
Gonzales Farro, sostiene que es un deber de los colegios e instituciones de educación superior apostar para que la lectura tradicional no desaparezca entre las ‘fauces’ de la globalización; fenómeno que ha llevado que casi la totalidad de la población tenga un smartphone en sus manos con conexión a internet.
Son alrededor de 500 los libros que actualmente esperan en los estantes de la biblioteca municipal de Monsefú ser ‘devorados’ por algún lector interesado en preservar la tradición que convirtió a nuestros padres y abuelos en lo que son. Miles de páginas con información valiosa dispuesta a entregarse a quien lo valore.
UN PASO IMPORTANTE
Como todo ‘negocio’, que necesita innovar para subsistir, la biblioteca de Monsefú se ha hecho de los servicios de 12 computadoras, las cuales han servido para apoyar en su educación a otro tipo de personas, las que cambiaron el olor a tinta por el sonido de los ‘clics del mouse’ y teclados.
El objetivo sigue siendo el mismo: brindar el soporte informativo a quien lo requiere, aunque el modo no sea por el que este espacio aún conserva su nombre.
Antes de abandonar este lugar, llegó un joven a utilizar una de las cabinas disponibles de manera gratuita. Sea cual sea el modo, queda constancia de que la biblioteca está cumpliendo con su misión: educar.