Cultura
Publicado el Viernes, 22 de Marzo del 2019

Museo Nacional Sicán celebró 18 años al servicio de nuestra cultura

Es una pieza fundamental en la investigación, conservación y difusión del legado de nuestros antepasados
 El Museo Nacional Sicán abrió sus puertas al Perú y al mundo el 20 de marzo de 2001 para exponer el descubrimiento arqueológico de la Tumba Este de la Huaca del Oro del Santuario Histórico Bosque de Pómac, que registró por primera vez para la ciencia, un personaje de la nobleza de la cultura Sicán o Lambayeque (900 d.C.).
 
Este fue el resultado de las investigaciones realizadas por el Proyecto Arqueológico Sicán, codirigido por el investigador Izumi Shimada y el arqueólogo Carlos Elera Arévalo, en ese entonces director del Área de Investigaciones del Museo de la Nación.
 
Gracias al descubrimiento de la tumba prehispánica, se pudo entender el poder sociopolítico y desarrollo de la cultura prehispánica Sicán o Lambayeque en la costa norte del país, e hizo posible la construcción del recinto gracias a un convenio de colaboración científica y museográfica entre el Proyecto Arqueológico Sicán y el Museo de la Nación, suscrito el 16 de septiembre de 1991.
 
Actualmente el recinto está bajo la dirección del arqueólogo Carlos Elera Arévalo. El atractivo principal de este recinto lo constituye la exposición del ajuar de una tumba de élite excavada en Huaca del Oro, entre los objetos destaca una impresionante y majestuosas máscara de oro pintada de color rojo, los ojos alados presentan cuentas de esmeraldas sobre ámbar junto al gran tocado de oro con aplicaciones de plata y plumas muestran la majestuosidad de los antiguos señores Sicán.
 
 
El Señor de Sicán
 
Se debe precisar que según los estudios, una de las tumbas que ya han sido estudiadas, pertenecía a un hombre de élite de unos 40 a 50 años de edad. Cuando se hizo el descubrimiento se le encontró sentado, con las piernas cruzadas y con el cuerpo completamente cubierto por mineral. El cuerpo estaba de cabeza y ésta había sido forzada a tomar un ángulo de casi 180°.
 
Sobre el cuerpo lucía innumerables cuentas de concha y piedras semipreciosas. Su atuendo incluía además un faldellín de oro, orejeras y una máscara también de oro. El oro tenía, para los hombres de esta época, un valor ritual diferente al que le damos hoy en día. Servía para el adorno y pompa del Señor, quien aparecía ante sus súbditos refulgente como el mismo sol. El señor fue enterrado con la mayoría de sus pertenencias, incluyendo la litera que lo transportaba.
 
Lo más destacado es la increíble cantidad de bienes encontrados, mayormente objetos de metal, cuyo peso alcanzó 1.2 toneladas.

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