Cuando una persona con discapacidad termina sus estudios y no encuentra oportunidades de trabajo en una empresa, opta por ofertar sus productos en la vía pública para generar ingreso y sentirse útiles. 

 

La representante de Emprendedores Solidarios de Lambayeque (ENSOLAM), Janeth Irigoyen Muñoz lamentó que en la mayoría de instituciones públicas y privadas incumplen con la cuota de personas con discapacidad, es decir no se les brinda oportunidades a pesar de ser obligatorio.

 

No se sabe con exactitud cuántas personas se dedican al comercio ambulatorio, para ello se busca la elaboración de un padrón que iniciará a ejecutarse el próximo año.

 

La dirigente dejó en claro, que una persona con discapacidad trabajando en la calle no es significado de mendicidad. No obstante, hay quienes se aprovechan de las circunstancias y sacan provecho a la situación.

 

Citó como ejemplo, a una persona con discapacidad visual, quien vende sus caramelos en la calle, pero un transeúnte puede darle un sol y decirle “quédate con el dinero, no me entregues ningún caramelo”, eso es darle pase a la mendicidad, algo que rechazamos, indicó.

 

Incluso menciona, que se ha presentado casos en que, las empresas son muy rigurosas, y piden a las personas con discapacidad que tengan doctorados, maestrías, cursos, capacitaciones o años con experiencia para lograr un contrato.

 

“Por lo difícil que es terminar la carrera profesional o técnica lo hacemos a la edad de 26 a 28 años, y aun así nos exigen que continuemos estudiando para alcanzar más grados y acceder a una vacante, eso ya es demasiado”, indicó.

 

Explica que lo que busca el empresario es escapar a la contratación de persona con discapacidad, porque los ven como una carga laboral o una persona enferma. “No nos ven como cualquier otra persona sujeta a derechos, con ganas de desenvolverse y trabajar”.