Cultura
Publicado el Martes, 21 de Julio del 2020

La restauración de la cúpula de San Pedro sufre un «pinchazo»

La cúpula de San Pedro, con los andamios rodeando al tambor.
Los andamios lesionan el gigantesco tambor de Miguel Ángel, puesto que el mármol ha sido agujereado para instalarlos
 
El símbolo por excelencia de la Roma cristiana, visible a docenas de kilómetros, recibe de vez en cuando algún rayo en medio de las tormentas. En estos momentos, la tormenta que golpea la grandiosa cúpula de San Pedro es policial y arquitectónica, centrada en la restauración del gigantesco tambor de Miguel Ángel, de 36,6 metros de altura, que eleva la estructura superior, haciéndola «volar» en el aire.
 
El pasado 30 de junio, los fiscales y la Gendarmería del Vaticano irrumpieron por sorpresa en las oficinas técnicas y administrativas de la «Fábrica de San Pedro», como se llama desde hace siglos el organismo encargado del mantenimiento del mayor templo del mundo. La orden de registro respondía a indicios de delito de apropiación de fondos y abusos en el ejercicio del cargo.
 
En los ordenadores y las cajas de documentos que se llevaron los gendarmes hay contratos relativos a la restauración externa del tambor –ahora apenas visible a causa de los andamios–, iniciada en septiembre de 2019 y que requerirá un total de cuatro años.
 
Al margen de las corruptelas financieras, lo que inquieta a los historiadores del arte es que la gigantesca estructura de andamios exteriores se apoya en cientos de agujeros practicados en la piedra de travertino seleccionada por Miguel Ángel para ese gigantesco tambor de 168 metros de perímetro, lo último que llegó a ver terminado, al cabo de diez años de trabajos, a su fallecimiento en 1564.
 
El mayor genio artístico de la historia heredó un proyecto en que había trabajado sucesivamente Donato Bramante, Rafael y Antonio da Sangallo. Miguel Ángel realzó la estructura y diseño la cúpula que lleva su nombre, pero que terminarían de construir Giacomo Della Porta y Domenico Fontana en 1587.
 
A lo largo de cuatro siglos y medio, el airoso tambor de Miguel Ángel, que integra dieciséis contrafuertes y otras tantas airosas ventanas, ha sido dañado por las inclemencias del tiempo, los cementos añadidos en diversas épocas y el finísimo polvo rojo del desierto de Libia que penetra en el poroso travertino.
 
El arquitecto jefe de la Fábrica de San Pedro, Luca Virgilio, anunció en su momento que se utilizarían escáneres láser «para conocer mejor la compleja estructura arquitectónica proyectada por Miguel Ángel y Giacomo Della Porta», cuya superficie suma nada menos que 8.900 metros cuadrados, sorprendentemente mucho mayor que la fachada de la basílica.
 
La sorpresa ha sido descubrir que el gigantesco andamio que cubre la mitad del tambor visible desde la plaza de San Pedro, no se apoya en tacos de madera sino en centenares de agujeros practicados en la piedra, según muestran las alarmantes fotografías divulgadas el viernes por la prensa italiana.
 
Los fiscales del Vaticano, la Gendarmería y el comisario especial revisarán los contratos de obras para ver si ese modo de proceder estaba previsto –con garantías de no dañar el tambor–, o si es otra de las anomalías que han llevado a poner el mantenimiento de la basílica en manos del Tribunal del Vaticano.
 
 

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