Cultura
Publicado el Jueves, 16 de Julio del 2020

Irène Némirovsky y la corrupción de entreguerras

La escritora ruso-francesa Irène Némirovsky.
La escritora nacida en Kiev fue «best seller» en su época y también hoy. Una azarosa vida que marca sus historias y su modo de contar
 
Pocos autores de los llamados «rescatados», y cuya obra brillante de forma espectacular en los turbulentos y en muchos casos inmorales años de entreguerras del siglo pasado, han producido tal cantidad de estudios, artículos, biografías y literatura crítica como Irène Némirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942) y Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, 1942).
 
¿Qué tienen en común? Ambos eran judíos, habían sido los más vendidos en su época y ambos simbolizarían el terrible fin y la persecución sin piedad al que habían sufrido alguna vez los suyos durante el nazismo y la II Guerra Mundial. Némirovsky, nacida en 1903 en Kiev, e instalada junto a su acomodada familia en Francia, huyendo de la Revolución Rusa, sería deportada en julio de 1942 y moriría en Auschwitz poco después.
 
Por su parte, Zweig escogió suicidarse unos meses antes.
 
Alabada por elementos ultranacionalistas y de la extrema derecha proveniente del partido Acción francesa, durante el tiempo Irène Némirovsky -para desconcierto de muchos- sería mimada en todas sus publicaciones.
 
El escritor Brasillach, fusilado al terminar la guerra por colaboracionismo, la comparación con Chéjov. Luego, poco a poco, todos esos antisemitas la dejarían caer, aunque no se borrarían las acusaciones frecuentes, de aquellos días y posteriores, de los que la tachaban de auto-odio judío. Una acusación a la que igualmente habían sucumbido grandes figuras como el vienés Karl Kraus. Todo ello jamás se empañaría con una realidad única e irrebatible: que Irène Némirovsky fue una grandísima escritora, equipable a los más grandes maestros franceses, e incluso rusos, que la habían antecedido.
 
Hasta el último momento de su detención en el pequeño pueblo de Issy- L'Évêque donde se había refugiado junto a sus dos hijas pequeñas, Irène no dejaría de escribir, febrero y febrero, las que afectan dos obras maestras, llegaron a la posteridad.
 
Una, la célebre Suite francesa, que la devolución a la fama 60 años después, y otra, la ahora aparecida Los fuegos de otoño. Publicada póstumamente, en 1957, una segunda versión recientemente rescatada, con anotaciones de su puño y letra, gracias a Olivier Philipponnat, que, junto a Patrick Lienhart, firmaría la espléndida biografía de referencia (La vie d'Irène Némirovsky: 1903-1942 )
 
Familia de banqueros
 
Las parábolas de arribistas sin escrúpulos, de aventureros suicidas de las finanzas y de desclasados ??ambiciosos -un tema que Irène conocía a la perfección al haber sido criada en una familia de banqueros- abundan en la obra de esta gran escritora.
 
Muchos de estos turbios personajes aprovecharon, a través de la política y los negocios, los años frenéticos y amorales de entreguerras para lucrarse. Un tema que apareció igualmente en la reciente y excelente novela de Pierre Lemaitre, Nos vemos más allá (Salamandra). Amparados por tupidas redes de corrupciones y estafas a gran escala que arrastraban a muchos a la ruina, estos arrogantes maquinadores reinaron en una época en que la inteligencia, los conocimientos o las aptitudes perdieron todo valor:
 
Otro de los temas estrella de Némirovsky, igualmente muy ligado a su biografía, sería el de las venenosas relaciones filiales. Algo que ella había vivido con su desaprensiva, frívola y egoísta madre, que nunca la quiso. Otro conflicto estrella de sus relatos específicamente que ver con las historias de exclusión de protagonistas (normalmente judíos provenientes del Este) que luchaban desesperadamente por «ser aceptados» y convertirse en «alguien» en la sociedad a la que llegaron, en este caso la francesa
 
Cruda y Feroz
 
Pero, en relación con Los fuegos del otoño, Némirovsky también tuvo siempre predilección, como sucedería en su magnífica novela Los perros y los lobos, por la protección de los períodos confusos y muchas veces vertiginosos de formación y crecimiento humano y moral de los jóvenes a los que les había tocado vivir etapas de autodestrucción, así como posteriores «renacimientos» de la Historia. «¿Ves? -dirá la señora Pain, testigo de otro tiempo- son los fuegos de otoño. Purifica la tierra; la preparan para las semillas. Vosotros sois jóvenes. Esos grandes fuegos no han ardido aún en vuestras vidas. Pero se encenderán y devorarán muchas cosas ».
 
Ambientada entre el comienzo de la Primera Guerra Mundial y la rápida debacle del Ejército francés en 1940 durante la Segunda Guerra Mundial, la novela de Némirovsky mostraría cruda y ferozmente, como siempre su estilo balzaquiano, la historia de los «cachorros» de dos familias de pequeños burgueses parisinos: los Brun y los Jacquelain. Tras volver de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, el rastro de cinismo, de amargura y de falta de escrúpulos, desarrollarán mella en sus vidas y en sus relaciones amorosas, volcados todos en la búsqueda desenfrenada del éxito y el enriquecimiento. Bernard, Raymond y la desaprensiva y bella Renée vivirán de lleno la idolatría de la especulación y el triunfo a toda costa. Solo la honrada Thèrese, que no ha cambiado.
 
 

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