En el suelo sólo hay marcas de tiza que señalan la ubicación en la que va a estar cada estantería. La habitación no mide más de 60 metros y por las ventanas entra la luminosidad de un décimo piso. Aún quedan dos semanas, pasado el Año Nuevo Lunar, para que este lugar se convierta en una librería.
Lam Wing-kee ya no es el librero más famoso de Hong Kong. Ni siquiera ya vive allí. Su exilio en Taiwan marca la vida de un hombre de 64 años que pasó ocho meses en una prisión por el delito de vender libros prohibidos en China. Por eso le encontramos en la décima planta de un edificio en el distrito comercial de Zhongshan, en el centro de Taipei, dispuesto a abrir una nueva librería que por ahora sólo tiene el nombre: Kaishi Dachi.
Huida de Hong Kong
“Mantendré el espíritu de la librería de Hong Kong, cualquier obra interesante será bienvenida, no habrá censura sino un lugar de encuentro y conocimiento para todo aquel que quiera leer con libertad”, explica Lam.
El hombre huyó de Hong Kong el pasado abril por temor a una ley de extradición, que al final fue retirada, pero que hubiera permitido a las autoridades chinas llevarlo ante su justicia para enfrentarse a la acusación de administrar un negocio ilegal. Así veían desde Pekín la librería que Lam fundó con otros cuatro socios en 1994. Y por ello, a finales de 2015, todos fueron detenidos y llevados Shenzhen, ciudad fronteriza con la ex colonia británica. El motivo: vender libros críticos hacia el Partido Comunista.