Cultura
Publicado el Martes, 10 de Diciembre del 2019

El universo del Premio Nobel Peter Handke

Olga Tokarczuk y Peter Handke a su llegada a la Lectura Nobel.
El Premio Nobel de Literatura Peter Handke recordó este sábado, en su lectura de aceptación del galardón, la influencia en su carrera tanto del arte como de las pequeñas narraciones que su madre le contaba de niño.
 
El discurso Nobel transcurrió sin incidentes ni polémicas, después de la rueda de prensa celebrada el viernes, en la que se encaró con un periodista que le preguntaba por sus posturas durante la guerra de Bosnia y le pedía reconocimiento de la matanza de Srebrenica.
 
Handke (Karnten, Austria, 1942) indicó que aquellos “pequeños acontecimientos” familiares que le relataba su madre le dieron “el ímpetu” a su carrera, iniciada en 1966 con la obra de teatro “Insultos al público” y la novela “Los avispones”.
 
Las obras de arte, por su parte, le proporcionaron “las formas esenciales, los ritmos o, para decirlo más modestamente, las oscilaciones y el impulso que permitieron que ese ímpetu encontrara expresión”.
 
Libros, “pinturas, películas –sobre todo las del oeste de John Ford e ‘Easters’ de Yasujiro Ozu– y canciones –eventualmente, por ejemplo, las de Johnny Cash y Leonard Cohen–”. Aunque las primeras oscilaciones e impulsos que le conmovieron de niño no llegaron de las artes –recordó– sino “de las letanías religiosas esloveno-eslavas”, escuchadas bajo los arcos románicos de una iglesia, y de las que incluso recitó un fragmento.
 
El narrador que es Handke trasladó al auditorio hasta las imágenes y sonidos de su niñez cuando su madre le hablaba “una y otra vez” de la gente de su pueblo –Stara Vas en esloveno, Altes Dof en alemán– y de sus familiares. No era historias –explicó– sino narraciones cortas que en sus oídos infantiles sonaban como “acontecimientos singulares”, señaló parafraseando a Goethe, escritor del que la Academia Sueca le considera heredero.
 
Unos acontecimientos que, si bien era posible que contara a sus hijos juntos, él se recuerda como única audiencia de su madre, de cuya dura y amarga vida, hasta llegar al suicidio, dio cuenta en “Desgracia impeorable” (1974).
 
Handke quiso compartir tres de aquellos “acontecimientos únicos”, en especial dos relacionados con los hermanos de su madre que son –dijo– “episodios breves, pero decisivos para mi vida como escritor”.
 
En el primero, el hermano menor, Hans, guiado por la morriña escapa de niño del seminario para regresar una madrugada a la casa familiar, donde barre sin descanso el patio hasta el amanecer porque es sábado. Ya nunca regresaría al colegio.
 
Un “acontecimiento” que, habiendo sufrido “una transformación natural aparece espontáneamente, por así decirlo, una y otra vez, desde el principio en mis libros –mis excursiones narrativas, mis expediciones unipersonales–”.
 
El segundo, narra un permiso de su tío mayor durante la Segunda Guerra Mundial, cuando esconde a la familia la muerte del hijo menor en el frente, donde él mismo caería días después.
 
El prolífico Handke cultiva el teatro, la narración, la poesía, pero también la dirección (“La mujer zurda”-“The Left-Handed Woman”) y el guión cinematográfico (“El cielo sobre Berlín”-“Wings of Desire”) y es un enamorado de España, donde ha pasado periodos y que está presente en varios libros.
 
Su lectura de aceptación del Nobel de Literatura comenzó con un pasaje de su largo poema dramático “Por los pueblos” (1986) –que volvería citar ampliamente en el discurso–, libro en el que trata temas como la familia, las raíces, el peso de la infancia y el regreso al hogar.
 

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