El artista plástico José Tola de Habich falleció el pasado jueves a los 76 años, según informaron fuentes cercanas a la familia
Asimismo, era un personaje lleno de anécdotas y actitudes particulares.
Solía trabajar, según contó en más de una ocasión, escuchando una y otra vez la misma canción de Bob Dylan. La razón, según él, era que conocía tanto ese tema que no lo distraía de su trabajo.
Otra de sus singularidades era que, a pesar de tener su taller de pintura con vista al mar en el malecón de Miraflores, tenía las ventanas de ese lado tapiadas y trabajaba a espaldas del océano Pacífico.
El motivo era el mismo: evitar desconcentrarse
Él se definía como un artista huraño durante once meses del año. Dedicaba solo uno a promocionar sus muestras y a conceder entrevistas, pues prefería enfocarse más en su arte que en las relaciones públicas.
Un ejemplo de su distinta manera de promocionar el arte fue cuando inauguró, en 2013, su obra escultórica “Entre el tiempo”, en el malecón de Miraflores, cerca de su domicilio y taller.
Al momento de dar las palabras de honor, pronunció algunas frases en un idioma inventado, arrancando las risas de los presentes.
Ese mismo año, el creador, un gran coleccionista de arte, organizó una muestra de obras de colegas suyos contemporáneos que él atesoraba en su casa.
También incursionó en la literatura, teniendo dos títulos publicados: Una historia para un guerrero, ilustrado y escrito por él pensando en niños, y Soy puerto para el Bien, soy puerto para el Mal.