Diego Lombardi, hijo del cineasta Francisco Lombardi y de la poeta Giovanna Pollarolo, no tenía entre sus planes dedicarse al arte. Más lo jalaba el fútbol, hasta que se decidió por una carrera tradicional.

 

Estudió Ingeniería de Industrias Alimentarias en la Universidad Agraria, abandonando su sueño de ser delantero de Universitario de Deportes. No le iba mal.

 

Trabajaba en el rubro pesquero. “Hacer conservas es un arte”, confiesa, pero no se sentía satisfecho.

 

Conversó con su hermana Joanna Lombardi, economista, quien tampoco se sentía completa con su trabajo. Como jugando, decidieron ir al Club de Teatro de Lima, dirigido por el recordado Reynaldo D’amore.

 

“Mi vida cambió al subirme al escenario”, confiesa. En la actualidad hace varios trabajos relacionados con la comunicación. Es, por ejemplo, la voz de un conocido supermercado. También dirige obras de teatro y actúa. Asimismo, ha experimentado con lo audiovisual.

 

Su última experiencia es un cortometraje documental sobre el uso ancestral del agua en la comunidad de San Pedro de Casta, en las alturas de Lima. En la dirección lo acompañó su hermana, que ya hace una carrera en el cine y la televisión.

 

Sin embargo, Diego nos revela que filmar un largometraje de ficción es una idea que le ronda la cabeza. Señala que no le desespera, pero sueña con adaptar algún libro de su madre.

 

“Tiene una sensibilidad particular”, menciona. Como curiosidad, cuenta que sus padres nunca los forzaron a involucrarse con el arte. “Con mi hermana siempre nos preguntamos qué pasó”, añade.