Nos comparte: Luis A. Sánchez Idrogo.- Para mejorar tu vida no hay nada como saber adaptarse a cualquier situación, sin dejar de ser uno mismo. Los científicos están de acuerdo: sobreviven aquellas especies cuya capacidad de adaptarse es sobresaliente. Y esto se aplica a tu vida también: la carrera, la familia, la amistad.
Qué es la flexibilidad?
La flexibilidad es la capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, los tiempos y las personas, rectificando oportunamente nuestras actitudes y puntos de vista para lograr una mejor convivencia y entendimiento con los demás.
En ocasiones se ha entendido a la flexibilidad como “ceder” siempre para evitar conflictos, pero ser flexibles no significa dejarse llevar y ser condescendientes con todo y con todos. Aprender a escuchar y a observar con atención todo lo que ocurre a nuestro alrededor, constituye el punto de partida para tomar lo mejor de cada circunstancia y hacer a un lado todo aquello que objetivamente no es conveniente.
Es decir, la flexibilidad mejora nuestra disposición para no andarse peleando por cualquier cosa y conseguir llegar a acuerdos. Seguro conoces al típico cuate que no hace más que decir que “tal cosa no se puede”, “que tal otra no es así, sino asá”. Con el tiempo, las personas así, poco flexibles, se van quedando solas.
Algunas veces nuestra capacidad de adaptación se somete a pruebas severas: cambiar de ciudad, de casa; de escuela o un giro completamente distinto al que desarrollábamos. En todos estos cambios debemos tratar con personas diferentes, con sus costumbres y factores distintos a los que estábamos acostumbrados. La rapidez con que nos identifiquemos al nuevo ambiente, marcará desde el primer momento el éxito o fracaso en nuestro desempeño y las relaciones con los demás.
Para que tus propósitos de mejora tengan fruto, es necesario identificar y corregir algunas de las actitudes que nos impiden vivir cabalmente este valor:
–Calma. Procura que tu primer impulso no sea dar un sí o un no como respuesta. Aprende que aceptar o negar tiene su momento. Escucha, observa, medita y actúa.
–Habla cuando sea necesario, o calla si las circunstancias lo exigen. Las conversaciones forzadas no llevan a ninguna parte, cuantas veces nos empeñamos en hablar de un tema que a nadie interesa.
–Busca el mejor momento para opinar algo.
–Aprende a dejar una conversación en el momento oportuno, evitando discusiones que no llegarán a algo sensato. Nada ganas con aferrarte para tratar de convencer a una persona que no quiere escuchar.