En 1955, Boris Pasternak le puso el punto final a su monumental “Doctor Zhivago”. Había tardado más de una década en escribir la novela, y durante todo ese tiempo tuvo claro que su visión de la revolución y del pasado reciente ruso no iba a sentar bien dentro del Partido. Acertó: el Departamento de Cultura del Comité Central consideró que su obra no cumplía los “cánones culturales”, y decidió prohibirla. Lo que no se podía esperar entonces era que en 1958 la mismísima CIA iba a intervenir en el asunto, y que su libro iba a ser publicado y distribuido por la Inteligencia estadounidense como arma contra el comunismo.
Fue entonces cuando la escritora Lara Prescott descubrió que “Doctor Zhivago”, el libro de cabecera de su juventud, la novela de su vida, escondía detrás de sí una aventura increíble que merecía ser contada. Empezó a investigar, se leyó todos los papeles que la CIA había hecho públicos, entrevistó a expertos, viajó a Rusia, estudió Historia eslava, rastreó a todos los personajes que habían intervenido en aquella peripecia y, al final, decidió alumbrar una novela que relatase lo sucedido y que rellenase los huecos en blanco, cómo no, con ficción. El resultado de todo eso es “Los secretos que guardamos” (Seix Barral), que acaba de publicarse en España.
Una odisea
Prescott cuenta que esta es una de las más grandes historias de libros que han sucedido nunca, porque el texto dio la vuelta al mundo antes de salir a la venta en su país de origen. “Pasó de Rusia a Alemania, de ahí a Italia, luego a Estados Unidos y más tarde se extendió por Occidente”.