La tesis de que el poeta chileno Pablo Neruda murió envenenado, y no a causa del cáncer, vuelve a cobrar fuerza en el nuevo libro del escritor italiano Roberto Ippolito, que señala en una entrevista que “hay demasiadas pruebas que demuestran que su muerte fue un homicidio” a manos de la dictadura de Pinochet.
“Yo empecé trabajando sobre la duda, sin ninguna tesis preconcebida, pero hay tantas falsedades y tantos elementos que es inevitable decir que la muerte no fue natural”, explica el periodista y escritor.
¿Cuáles son estas pruebas? Todo empezó con el testimonio del chofer de Neruda, Manuel Araya, detenido y torturado por la dictadura chilena, a quien el poeta supuestamente contó que había recibido una inyección que había empeorado su estado mientras estaba en el hospital.
El autor de Canto general, estrecho amigo del presidente Salvador Allende y cara visible de la izquierda chilena, tenía planeado viajar a México el día posterior a su muerte, “donde hubiera podido liderar un gobierno en el exilio”, asevera Ippolito.
Su repentina muerte lo impidió, a pesar de que las últimas personas que lo vieron con vida aseguraron que estaba en buen estado, y que escribió hasta el día antes de morir, recoge el escritor italiano en su libro.
Las sospechas sobre su muerte motivaron una investigación judicial, a instancias del sobrino de Neruda, Rodolfo Reyes, y del Partido Comunista de Chile, que culminó con el descubrimiento de una sustancia en una muela del poeta, el bacilo “clostridium botulinum”.
Los análisis médicos después de su exhumación en 2013 descartaron como causa de la muerte de Neruda la “caquexia” (desnutrición a raíz del cáncer), lo que suponía que el certificado de defunción redactado por el personal de la clínica Santa María, donde falleció, era falso.
Quedaba por determinar, entonces, qué papel tuvo el bacilo encontrado en su muela, causante de botulismo, para lo que el juez Manuel Carroza encargó una segunda investigación, esta vez a dos laboratorios, en Dinamarca y Canadá.
Esta investigación, todavía en marcha, se encontró con “inverosímiles” obstáculos, explica Ippolito, como la desaparición de las muestras de tierra extraídas alrededor de la tumba, o “una deuda de 40.000 dólares por parte del gobierno de Sebastián Piñera a los laboratorios”.
El autor del ensayo no duda en acusar al actual gobierno chileno de “no haber actuado para nada” y retrasar así un proceso judicial que se encuentra paralizado.
“Que existe negacionismo y nostálgicos” de la dictadura “es una trágica realidad en Chile”, lamenta Ippolito, que ve “increíble que algunos no quieren ni siquiera que se investigue”.
Preguntado por cuál es el hecho que más le ha impresionado después de su larga investigación, el periodista confiesa que se trata del cinturón con el que Neruda fue enterrado: “la historia del cinturón es probablemente la más increíble y resume toda esta vivencia”.
Su hallazgo en la exhumación de 2013 fue “decisivo” para saber que Neruda, cuando murió, pesaba alrededor de 90 kilos, “lo que supone que tenía sobrepeso e incluso obesidad”, y era “absolutamente imposible” que muriera de malnutrición.
El escritor, autor de otros nueve libros, cuenta que inició esta investigación “lleno de dudas” y que terminó “apasionado por la historia” de Neruda y de los orígenes de la dictadura de Pinochet, sobre la que admite que le cuesta entender tal nivel de violencia.
“Me inquieta pensar no solo que haya militares golpistas, sino que haya militares que obedecieran las órdenes de bombardear La Moneda, de cortar las manos a Víctor Jara, de tirar a gente de los aviones”, comenta.
Si se confirma que Pablo Neruda fue asesinado, el poeta que cantó tanto al amor como a la revolución pasaría a engrosar la lista de crímenes de este oscuro periodo de la historia de Chile, con 3.200 muertos y 33.000 torturados y encarcelados por motivos políticos.