Nos comparte: Roxana Zapata Pisfil.- Hace unos días en un encuentro casual por las agitadas calles de la ciudad nos cruzamos con una amiga maestra a quien voy a llamar Liliana. Nos fundimos en un gran abrazo dado el tiempo que no nos veíamos, a pesar de la alegría que nos generó ese casual encuentro, no pude dejar de observar la tristeza en su mirada.
Así fue que Liliana, como muchos maestros a nivel nacional sacrificaban sus vacaciones para viajar a capacitarse en beneficio de su escuela, lo que implicaba no solo quitarle días a sus vacaciones sino dejar hijos, esposo (a), familia, acontecimientos familiares o tener que “festejar” su cumpleaños lejos de la familia.
La maestra Liliana me había comentado que por dos años consecutivos las fechas de capacitación coincidieron con el cumpleaños de su mamá, incluso que el año pasado sus hermanos decidieron aprovechar sus vacaciones para reunirse y festejar el cumpleaños de su mamita y harían una hermosa fiesta en su honor. Liliana tuvo que afrontar el dilema de viajar a capacitarse o quedarse con su mamita el día de su cumpleaños, ella prestando oídos a mis consejos en un afán de desarrollo profesional (por ello en mi sentimiento de responsabilidad quiero dedicarle estas líneas), decidió viajar creyendo e imaginando yo que su mami era una mujer sana que Dios aún le deparaba muchos años.
En este encuentro, que les comparto, Liliana me comenta que su mami había fallecido de un paro respiratorio en diciembre de 2019, luego que ella había decidido dejar el liderazgo del proyecto para dar la posta a otra docente y contar con la seguridad que este 2020 pasaría el cumpleaños con su mamita. Más, la vida fue dura y ahora ella se siente muy triste por el dolor de la partida de un ser amado. Y yo me sentí responsable de esa tristeza, por eso quiero dedicarle estas líneas para pedir perdón por haber contribuido a la decisión de no dejarte pasar el último cumpleaños con tu mami.
Lo que pretendo con esta historia es ponerme en los zapatos del maestro, ese ser a veces incomprendido, juzgado sin razón, es también humano; aunque a los jóvenes, niños y padres a veces les es difícil comprenderlos, y en algunos casos quienes lideramos equipos de maestros también nos hace falta entender que detrás de ellos hay un ser con alegrías, tristezas, dolor, una historia propia que le aflige.
Niño, niña, jóvenes, padres, valoren a sus maestros; ellos también son humanos y necesitan su cariño y comprensión, porque son un emblema cuyo día a día está dedicado al trabajo para fortalecer sus aprendizajes, simplemente son héroes sin capa.