Dice Francisco Cánovas Sánchez que con Galdós ocurre lo mismo que con Cervantes: que se conoce más su obra literaria que su vida, en parte porque era muy celoso con su intimidad y sus amigos, que lo respetaron, nunca escribieron el gran relato de su persona. Ni Gregorio Marañón, ni Pardo Bazán, apenas un esbozo de Clarín. Por eso, y aprovechando el centenario de su muerte, este historiador ha decidido dedicar sus esfuerzos a tratar de desvelar esa parte más oculta del escritor, insertando su figura “en las coordenadas históricas, sociales y culturales de su tiempo”. El resultado de ese empeño es “Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso” (Alianza), una nueva biografía que aspira a ser un “referente”.
Pero más allá de estos detalles, lo que más destaca de su figura humana es su tolerancia. “Sin duda, la tolerancia era uno de los grandes rasgos de Galdós”, subraya el investigador. Para muestra, sus muy diversas amistades, que no entendían de ideologías, porque “él siempre distinguía entre las personas y las ideas”. Es algo que no deja de sorprender si tenemos en cuenta que estamos hablando de uno de los autores más comprometidos de su tiempo, que creía que el deber del intelectual era “mejorar la sociedad de su tiempo” y que, por ello, no dudó en recorrerse los pueblos de España “defendiendo la justicia y la democracia, denunciando la corrupción, exigiendo políticos honestos, reivindicando los derechos de la mujer”.