En una Segunda División 2018, que apuntaba a convertirse en una de las más competitivas de los últimos años, más de un equipo, desde inicio de temporada, se planteó no ceder puntos en casa, ni en mesa, y por el contrario “robar” la mayor cantidad fuera de ella. Sin embargo, uno de nuestros créditos locales: Los Caimanes, no cumplió con esa promesa y a tres fechas para el final del torneo, está condenado a muerte.
Los porteños comenzaron el torneo con un antecedente no alentador: venían de cumplir su temporada más pobre desde que está en el profesionalismo –se salvó de regresar a la Copa Perú, tras vencer a Defensor La Bocana–; además, el histórico Juan Aurich descendió y le quitó la exclusividad en cuanto a atención en la región.
¿Acaso era un presagio para el presente en que vive? Para muchos la respuesta es positiva. Sin embargo, a decir verdades, esta temporada, el manejo administrativo terminó porque los porteños se ahoguen poco a poco.
La falta de pago, hasta de cuatro meses, trajo malas consecuencias como la fuga de importantes jugadores, entre ellos, Renato Zapata, Mishel Assobo, entre otros. Pero sobre todo la caída en la tabla, hasta la décimo segunda posición con 23 puntos, llevando solo dos unidades de diferencia al penúltimo, Sport Loreto.
Solo queda luchar
El grupo, conformado por solo 18 futbolistas, es consciente que al equipo solo le sirve ganar estas “finales” para salvar la categoría. Por ello, los duelos de visita ante Cultural Santa Rosa, de local ante Cienciano del Cusco, y de visita ante Atlético Grau son de vida o muerte. La consigna es morir de pie.
“Es difícil todo lo que venimos pasando. Esta segunda rueda solo hemos ganado un encuentro, y por walk over ante Serrato Pacasmayo, luego no pudimos sacar más puntos. Es triste, pero es nuestra realidad y hay que asumirla. Por el momento no venimos entrenando y eso tampoco suma. Nos avisan con una hora de anticipación. Sin embargo, los que estamos nos hemos comprometido a morir de pie, por nuestras familias y profesionalismo”, señaló el portero Martín Quiroz Ampu