La historia europea se convierte en el objetivo confuso de la movilización por la muerte de George Floyd en Mineápolis
Las manifestaciones por la muerte del estadounidense George Floyd a manos de unos agentes de policía han llegado a Europa, donde es tan difícil encontrar un paralelismo simétrico con lo que ha sucedido en Mineápolis que muchas de los protestas han ido a buscar infames culpables en el baúl del pasado colonial, cuyo símbolo son muchas veces viejas estatuas de reyes y estadistas, víctimas ahora de un revisionismo histórico hecho a pedradas. Las redes sociales contribuyen a confundir un debate contemporáneo con una especie de demagogia iconoclasta, que ha creado en estos días una amalgama cuyos límites pueden llegar mucho más lejos de lo que ahora imaginamos.
Uno de los casos en los que esta actitud llueve sobre mojado es el del Rey de los belgas Leopoldo II. Muchas de las estatuas que honran su memoria en muchos lugares del país, empezando por la que se encuentra en los jardines del impresionante Museo de África de Tervuren -una de las muchas grandes herencias benéficas que dejó al país- han pasado por la ira de ciertos activistas de esta ola de reprobación. En otros lugares como Halle, Ostende, Gante, Hasselt o Ekeren ha pasado lo mismo en la ola de las manifestaciones «antirracistas». Un adolescente llamado Noah N. L ha puesto en marcha en internet una campaña para pedir que todos los monumentos dedicados en Bruselas al segundo monarca de la historia de este país sean retirados porque, como ha declarado a la prensa flamenca, «me molestan las estatuas, me siento mal cuando las encuentro en Bruselas y el éxito de la petición muestra que no soy el único». El lunes tenía cerca de 50.000 apoyos. Leopoldo II fue al mismo tiempo responsable de innumerables atrocidades contra los africanos de la actual República Democrática del Congo, pero durante su reinado Bélgica llegó a ser el país más rico y moderno del mundo.
Sin embargo, el alcalde de Ostende, el liberal Bart Tommelein, ha contestado diciendo que defenderá la estatua de este monarca, no tanto porque en su reinado quiso que esta ciudad portuaria fuera la playa más lujosa de Europa, sino por razones más pragmáticas. Cuando le preguntaron este fin de semana, dijo que a su juicio «la eliminación de una estatua histórica no elimina el racismo en nuestra sociedad y por eso pienso que es mejor informar claramente del problema. Esta es una oportunidad para hacer frente a esta discusión de manera abierta y transparente», una fórmula mucho más práctica que destruir monumentos.
Gran Bretaña
Se cree que Edward Colston, parlamentario y comerciante de esclavos de la ciudad inglesa de Bristol, y fallecido en 1721, traficó con más de 80.000 personas entre África y América a lo largo de su vida como parte de la Royal African Company. Este domingo, una estatua de bronce que había sido colocada en su honor en 1895 en dicha ciudad fue derribada durante una protesta contra el racismo y en memoria de George Floyd por un grupo de manifestantes, que saltaron y bailaron sobre ella antes de arrastrarla por el muelle y finalmente lanzarla al agua. Casi al mismo tiempo, en Londres, otro grupo tachaba el nombre de Winston Churchill que hay en su estatua en la Plaza del Parlamento y escribían debajo: «Era un racista». Las propias autoridades reconocieron que su intervención fue limitada para evitar males mayores, ya que las protestas, en las que participaron miles de personas durante el fin de semana, transcurrieron en su mayoría de forma pacífica.
Las reacciones en todo caso no se hicieron esperar. Mientras, por un lado, la ministra del Interior, Priti Patel. Señaló que este «acto de vandalismo» es una «distracción de la causa por la cual la gente realmente protesta», el primer ministro, Boris Johnson, escribió en su cuenta de Twitter que «las personas tienen derecho a protestar pacíficamente mientras observen el distanciamiento social, pero no tienen derecho a atacar a la policía», y agregó que «estas manifestaciones han sido subvertidas por los matones, y son una traición a la causa que pretenden servir. Los autores serán responsables de rendir cuentas».
Pero más allá de las grandes esferas, la población se hizo oír, con voces encontradas, a través de las redes sociales. «Han estado rogando durante años que quiten la estatua de Colston; retracta tu condena, Johnson. Haz algo bueno por una vez. Es un símbolo de opresión. El tipo asesinó a miles de seres humanos arrojándolos al mar. Una persona decente felicitaría a la gente de Bristol», decía un usuario, y otra le daba la razón: «Ha habido múltiples intentos de quitarla por la vía legal, pero nadie ha hecho nada». «¡Tampoco tienen derecho a desfigurar y destruir estatuas históricas y monumentos de guerra!», fue la respuesta de otro twittero, mientras una cuarta proponía una solución intermedia: «Las estatuas de personajes polémicos deberían estar en los museos, son parte de la historia pero no deberían tener lugar en el espacio público».
El historiador David Olusoga aseveró en una tribuna en The Guardian que «hoy es el primer día desde 1895 en el que la efigie de un asesino en masa no proyecta su sombra sobre el centro de la ciudad de Bristol», y Madge Dresser, historiadora de la Universidad de Bristol, consideró que «los esfuerzos para cambiar el nombre de la placa de la estatua de Colston para decir toda la verdad sobre él se han visto obstaculizados durante años. Este es el resultado, la complacencia cosecha un torbellino. Esperamos un cambio estructural».
Las reacciones fueron más allá. Una escuela nombrada en honor de Edward Colston ha eliminado su propia estatua del comerciante, una réplica de la que fue derribada, y en un comunicado anunció su intención de cambiarle el nombre al centro educativo.