La reciente Operación Manantial de Paz lanzada por Turquía en el norte de Siria tenía dos objetivos declarados: alejar a las milicias kurdas de la frontera y utilizar la zona conquistada para crear una zona segura adonde repatriar a la mitad de los 3,6 millones de refugiados sirios que residen actualmente en suelo turco. El primero ha sido alcanzado tras el acuerdo firmado por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y su homólogo ruso, Vladímir Putin, en Sochi. El segundo, en cambio, se antoja más difícil tras la entrada de las fuerzas del régimen en el norte de Siria.
Yihad habita en una barriada de Akçakale de casas bajas y pobres pegadas a la frontera con Siria. Él es del otro lado y huyó a Turquía cuando las YPG kurdas se hicieron con el control de la zona, que antes había estado bajo el yugo del ISIS y, antes de eso, en manos del Ejército Libre Sirio. Como sus vecinos árabes, temía lo que pudieran hacerle las milicias kurdas, así que ahora apoya la intervención de Turquía, dice, mientras empuja el carrito de su bebé junto a su mujer, callada y cubierta de negro. “Si liberan la zona de Tel Abiad iré para allá”. En Turquía, los alquileres son demasiado caros para el bolsillo de los sirios y los empleos demasiado precarios, así que regresar a Siria, donde al menos pueden cultivar sus tierras los que las tuvieran, es una opción para algunos. Según los medios turcos, familias de refugiados ya han comenzado a regresar al territorio controlado por Turquía, aunque fuentes del Gobierno consultadas por El País no han ofrecido más datos.
En la Asamblea General de Naciones Unidas de septiembre, Erdogan presentó un mapa del norte de Siria con una franja de 30 kilómetros de profundidad al sur de toda la frontera turco-siria. Allí, aseguró, en ese territorio de unos 14.000 kilómetros cuadrados, Turquía pretendía establecer una zona segura y construir 150 nuevas localidades donde asentar a los sirios. Era un plan perfecto para sus intereses: se deshacía de parte de los refugiados, que tanto le han costado electoralmente en las últimas elecciones, y abría una inmensa oportunidad de negocio para las empresas constructoras turcas, muchas de ellas al borde de la quiebra debido a la crisis económica que atraviesa el país.
“En la zona asegurada por la operación instalaremos un millón de sirios, y más tarde, otro millón. Trabajaremos con nuestros amigos rusos para facilitar los retornos voluntarios”, aseguró Erdogan el pasado día 22.