Algunos lo comparaban con el histórico cierre de campaña de Raúl Alfonsín en 1983. Otros, con la euforia de las “barras” de Racing, el club de fútbol que festeja casi más cuando pierde que cuando gana pero el protagonista del mitin, el presidente Mauricio Macri, prefirió apuntar a lo que verdaderamente hay en juego en las elecciones del próximo domingo: “Se define cómo vamos a vivir, nuestro presente y nuestro futuro por muchos años”.
En la Avenida 9 de Julio, emblema de la capital argentina, una alfombra de miles de personas se extendió hasta el Obelisco. Fue la mayor demostración de fuerza de una campaña con manifestaciones en las principales ciudades del país y en el extranjero. En el caso de Madrid, el actor Luis Brandoni fue el maestro de ceremonias. Los de dentro y los de fuera confían en reconquistar los cuatro millones de votos que necesitan para evitar lo que hoy parece inevitable, el regreso al poder del kircherismo con Alberto Fernández como titular de la papeleta presidencial y Cristina Fernández de vicepresidenta (Frente de Todos).
“Son valores, principios que no se pueden entregar. Si perdemos lo hacemos sin ponernos de rodilla”. “No nos van a humillar en las urnas. Si toca ser oposición lo haremos pero con fuerza y representación. No es lo mismo perder con 40 por ciento que con 30”. Las explicaciones del por qué ir a un acto del que se da por perdedor, las pronunciaban dirigentes históricos de la UCR (Unión Cívica Radical), representantes de la Internacional Socialista, ex ministros o jefes de servicios de inteligencia que apostaban “por la democracia”. También, jóvenes militantes dispuestos a estar en primera línea de la política porque, “nada es eterno”. Y después, en unos años, sueñan con ser ellos los que tengan el poder.