Clarín (Argentina).– Fueron casi cuatro horas de máxima tensión que arrancaron en la mañana del martes sobre un puente en Río de Janeiro, cuando un hombre “armado” secuestró un micro, tomando como rehenes a 37 pasajeros. El secuestro culminó cuando el sospechoso bajo del bus, lanzó un objeto que parecía una bolsa y recibió cinco tiros de un francotirador de la policía.
Cayó muerto entre los aplausos de la gente que celebraba el fin del asedio. El atacante llevaba un arma de juguete. Y una máscara con una calavera.
Para entonces, en el interior del ómnibus había 32 personas. Poco antes, un puñado de pasajeros había podido bajar. Los hechos se desarrollaron sobre el puente que une Río y Niteroi, y que cruza la Bahía de Guanabara, en Brasil.
Durante el secuestro, el presidente Jair Bolsonaro había opinado que la solución a la toma de rehenes era un tiro certero de un francotirador. Tras el desenlace, Bolsonaro escribió en Twitter:
“Felicitaciones a los policías de Río de Janeiro por la acción exitosa que puso fin al secuestro de ómnibus en el puente Río-Niteroi esta mañana. Criminal neutralizado y ningún rehén herido. Hoy no llora la familia de ningún inocente”.
El gobernador del estado de Río de Janeiro, Wilson Witzel, elogió a la policía y dijo que la situación de rehenes era de gran notoriedad pero que los criminales armados generalmente “aterrorizan” a la gente fuera de la vista de la mayoría de los brasileños.
“Si la policía pudiera hacer su trabajo y balear a la gente con fusiles, se salvarían muchas víctimas”, dijo Witzel.
El gobernador, un exinfante de marina, ha apoyado la noción de usar francotiradores desde helicópteros para disparar contra delincuentes armados en las favelas del estado azotadas por el crimen. Es un aliado político del presidente Jair Bolsonaro, cuya exitosa plataforma electoral el año pasado incluyó una promesa para tomar medidas duras contra el crimen.
La fuerza policial de élite de Río de Janeiro, mejor conocida como BOPE, estuvo a cargo de las negociaciones con el sospechoso mientras un francotirador permaneció apostado en la cercanía.
Los medios locales informaron durante la mañana que los rehenes estaban atados y que el sospechoso, que cubría su cara con una máscara, tenía bidones de nafta.
La máscara terminó siendo la misma que había usado el tirador de Suzano, un joven menor de edad que entró a tiros a una escuela de donde había sido expulsado.
Fotos filtradas desde el interior del micro por los pasajeros en las redes sociales mostraron al secuestrador en la parte delantera del bus, con la cara cubierta y vistiendo una remera blanca. La gente permanecía sentada. Y recipientes con gasolina colgaban del techo del micro.
El ómnibus interurbano quedó rodeado por decenas de policías y comandos especiales mientras un negociador conversaba con el secuestrador, que subió al vehículo con los bidones, amenazando con incendiarlo.