Oportunidades Laborales
Publicado el Domingo, 31 de Marzo del 2019

Duendes

 En la región costera de Lambayeque creen que estos seres nacen de los arbortos o albortos (en el vocabulario local); es por ello que tienden a bautizar a sus bebés lo antes posible, ya sea por el temor de que al morir de forma prematura se conviertan en tales espíritus, o que una de estas entidades pueda atormentar a las criaturas que aún no ha recibido el bautismo; con la realización del santo sacramento se cree quedan protegidos de su influjo perverso, y de otras fuerzas de maldad.
 
La población los describe como inquietos, unos buenos y otros malos, juguetones, algunos enamoran al sexo opuesto hasta el punto de llegar a provocar su muerte, y se supone son aborrecedores de la suciedad. Ellos, en el caso de ser hombrunos, pueden incrementar su tamaño, hasta convertirse en seres muy grandes. Por lo general, solo se les ven las muelas, o alguna prenda, de preferencia un sombrero. Se ha documentado a personas que en sueños los han visto de cuerpo entero, teniendo la figura de inocentes criaturas o a veces tomando la apariencia de sus hijos o de un niño conocido por ellos, pero que de inmediato va cambiando su forma, creciendo paulatinamente hasta hacerse gigantes, congelándolos en su estado de inconciencia, para así atacarlos, o en otros casos llevarlos lejos. Se registran relatos de niños a los cuales se les ha encontrado lejos de sus viviendas, por los montes solitarios, y en el peor de los casos uno puede oír relatos de madres que entre pesar denuncian la muerte de sus párvulos debió al hostigamiento de algún duende o duenda.
 
Se los relaciona con árboles o alguna planta “lechosa”, desde donde tiran piedras, ocultos en las copas de los árboles, o desde algún rincón en donde están asolapados.
 
Pareciera que estos duendes y duendas se crían en las plantas lechosas, como si de ella se proveyeran de alimento para subsistir; pues al haber sido niños lactantes, buscan en su estado actual de donde obtener sustento. De alguna manera, la planta se convierte en su madre, motivo por el cual en algunos procesos de curación-ritual, el que oficia tales asuntos recomienda la pronta tala de aquella planta que ha sido identificada como la que los llama o cría.
 
Yo mismo fui testigo de un caso similar ocurrido hace como 10 años en Campodónico Nuevo (Chiclayo), en donde se decía que un joven, amigo mío, era atormentado por una duenda, sus padres angustiados trajeron maestros curanderos desde Salas, quienes luego de identificar el mal y la cura, recomendaron cortar una planta que tenían en su corral, pues a su entender mientras no se la erradique siempre vendría por este joven, quien dicho sea de paso estaba al borde de la locura. Había horas antes del medio día en que él estaba en total lucidez y era cuando el astro rey se disponía de dormir que se presentaban con fuerza sus síntomas, diciendo que veía a uno o más de estos espíritus, quienes no lo dejaban en paz. Por momentos se perdía en una risa sin sentido para de allí pasar a las lágrimas o hablar palabras sin discernimiento.
 
Los duendes pueden afectar seriamente a los recién nacidos, a los niños con los cuales se encariñan, y hasta a los adolescentes, de quienes se dice se enamoran. En una de sus notas con fecha 26 de noviembre de 1912, Enrique Brüning registró este caso, y como era visto por la población local de entonces:
 
“En la casa de mi patrón, estaba su pequeño hijo enfermo; debido a que los médicos no se encontraban presentes, recurrieron a todas las posibles medicinas caseras y de comadres. El padre estaba muy fuera de sí y examinaba cada media hora la temperatura corporal a través de un termómetro clínico. Ya que no quería mejorarse, fue ordenado un bautizo de emergencia, con el fin, de en caso de muerte, el espíritu iría al cielo, en vez de suceder la desgracia de volverse duende. El cura fue llevado a la casa y yo tuve que estar presente como padrino; ya que el padrino tiene el honor de cubrir los costos, entonces me costó, la cuestión /2.00 por el cura”.
 
Esto es con respecto al duende que hemos denominado “urbano”, pues hay una subclase conocida como el niño dientón, el cual, al oír el paso de algún viajero, comienza a llorar para así despertar la caridad del incauto, quien lo recoge. En el trayecto la persona va perdiendo sus facultades motoras, como las de hablar, caminar, la fuerza misma, etc. Al percatarse, ya es tarde y el inocente infante o recién nacido se ha transformado en un ser de grandes muelas, colmillos o dientes de coche, de apariencia terrorífica. Este pequeño demonio es de caminos solitarios, de carreteras o en despoblados. Y por extraño que parezca, es ahuyentado con el cantar del gallo, ave que de alguna manera tiene poder de contrarrestar las fuerzas oscuras. Este caso tan peculiar parece repetirse de manera similar, no igual en otros pueblos lejanos al Perú, como es el caso de San Blas a Juchitán o en Puebla, ambos en México. Pero en donde no se observa la intervención de un ave, sino el del rezo cristiano. En el caso peruano parece la cohesión de dos pensamientos, uno autóctono y otro foráneo.
 
A manera de presunción, creo que el demonio niño o bebé dientón de los caminos solitarios, de rostro colmilludo (grandes muelas/dientes de chancho), posiblemente de rasgos felinos, nos recuerda al mundo Mochica (I – VIII d.c.) podría ser que este ser sea un remanente de su pensamiento, la idea actual de lo que fue una vieja deidad antropomorfa, la cual pervive como vemos en las narraciones orales, cambiando los filudos colmillos por grandes dientes o muelas; expresiones anatómicas que son bastante recurrentes en la iconografía, cerámica, e inclusive en partes del ajuar funerario del señor de Sipán.
 
Algo que también es peculiar en este tipo de relatos, es la constante presencia de un ave venida con los primeros conquistadores, es decir el “gallo”, quien es la fuerza contraria a este ser, su antagonista por decirlo de alguna manera. Tal vez nos encontramos ante lo que Narváez denomina “Ornitomania Lambayecana”. Dicho investigador identifica su uso, asociación y vigencia en prácticas tales como el chamanismo en el área de Túcume; también en conceptos animalistas populares; en festividades religiosas como el de la virgen de la Purísima Concepción entre otros; Narváez ve en todo ello un fundamento proveniente de una cultura ancestral como la Lambayeque, y acaba indicando que el “Ave Mítica” es aún parte del subconsciente ideológico de un pueblo campesino. Dice, además: “Es conocida la importancia que esta cultura otorgó a un personaje con rasgos inequívocos de ave y que se manifiesta además en lo reiterativo de las representaciones ornitomorfas”
 
Las narraciones en donde aparecen involucrados “el niño dientón” y “el gallo” por lo general discurren en el viaje de una persona, que escucha llorar a una criatura a la media noche, en un camino solitario. Este por buena voluntad lo recoge y lleva consigo en brazos. Mientras prosigue en su recorrido se va haciendo más pesado el niño, el incauto comienza a sentirse mal (sin fuerzas, comienza a tener miedo, frío, se le escarapela el cuerpo). Finalmente descubre el peligro en que está inmerso al ver el rostro del bebé o cuando este le ha hablado – papá, papá mira mis dientes – los cuales han aumentado su tamaño, semejantes a los de un cerdo, como colmillos (según algunos).
 
El hombre aterrado trata de soltarse de este ser-demonio, pero no puede, las fuerzas le traicionan, y cada vez es más complicado el poder desprenderse de la criatura.
 
Algo peculiar en esta historia, es que, la personificación del héroe no es un ser humano, sino un Ave, en este caso un gallo, que al dejar oír su canto por 3 veces lo libera del influjo diabólico en el que ha caído. A lo cual el llamado “niño dientón” lo deja forzosamente libre, haciéndole hincapié que agradezca al gallo, pues de no ser por él, ya lo habría llevado.
 
El poder de esta ave, no solo actúa en este caso, sino también en contra de espíritus y sombras malignas las cuales actúan en la oscuridad de la noche, a veces antes que raye el alba, pues la luz del nuevo día disipa las fuerzas de las tinieblas; así también el cantar del gallo, de quien se ha documentado su intervención en lugares como Túcume, Mórrope, y hasta en Oyotún.
 
La aparición del personaje “ave”, que figura en el relato, guardar en esencia referencias también al mundo precolombino. Si bien este ovíparo no es oriundo de nuestra tierra, parece tener relación con el mundo indígena por ser Ave (alas/ hacer el ademán de volar/canto) lo cual me lleva a relacionarlo con el llamo numen tutelar de Lambayeque (propuesto por Zevallos), con el dios Ave o Ñam la, a manera de una divinidad salvadora y protectora de los viajantes, la cual ejerce su poder a través del ave domestica (según lo que podría ser un pensamiento rural actual), al sentir la presencia del demonio niño-animal-colmilludo, es que deja salir su canto, sonido que tiene el poder suficiente para ahuyentarlo, para alejarlo.
 
Muchos campesinos al relatar la historia se expresan "sino fuera porque cantó el gallo me llevaba" reconociendo cierta virtud en este ovíparo.
 
Podría atreverme a insinuar que es el pensamiento Lambayeque sobre el Mochica, en donde la deidad foránea encabezada en su líder Naylamp (ave o gallina de agua) se sobrepone al pensamiento religioso ya existente en la costa norte. Con esto podemos hallar reminiscencias del pensamiento indígena, las cuales han sobrevivido dentro de las narraciones modernas que reemplazaron a las ya existentes. La idea indígena llevada y adecuada al pensamiento y narrativa contemporánea, en lo que se denomina sincretismo.
 

Suscríbete a La Industria

Disfruta de nuestro contenido a diario