Oportunidades Laborales
Publicado el Domingo, 13 de Enero del 2019

Leer en papel o en una pantalla

 ¿Una lectura profunda y concienzuda, la tenemos cuando leemos en papel o en una pantalla? ¿Ayuda al desarrollo de nuestro cerebro, escribir a mano o con un teclado?
 
Uno de los videos de YouTube más provocadores y más difundidos, comienza con una escena bastante prosaica: Una niña de un año juega con un iPad, pasa sus dedos por la pantalla táctil y arrastra los íconos.Después; sin embargo, la vemos pellizcar, acariciar y golpear las páginas de revistas de papel, como si también estas fueran pantallas.
 
Para el padre de la niña, el vídeo (titulado A magazine isaniPadthatdoesnotwork, “Una revista es un iPad que no funciona”) da testimonio de una transición generacional. En la descripción adjunta al vídeo, escribió: “Las revistas son hoy inútiles e imposibles de entender para los nativos digitales”, es decir, para aquellos que han comenzado a usar la tecnología digital desde su más tierna infancia, rodeados no solo por libros y revistas de papel, sino también por teléfonos inteligentes, Kindles y iPads. Tanto si la niña esperaba que las revistas se comportasen como un iPad. El vídeo lleva a plantearse una cuestión de calado que no solo afecta a los más jóvenes: ¿depende nuestra manera de leer del soporte que utilicemos? Desde los años ochenta, más de cien estudios de psicología, ingeniería informática, ciencias de la información y biblioteconomía han indagado las diferencias entre leer en papel y en pantalla. Hasta 1992, la mayoría de los experimentos concluíanque, sobre una pantalla, las crónicas y los artículos se leían más despacio y se recordaban peor. No obstante, conforme la resolución de las pantallas ha ido mejorando, han comenzado a aparecer resultados más variopintos. Algunas encuestas recientes hacen pensar que, aunque la mayoría sigue prefiriendoel papel (sobre todo si la lectura exige una concentración prolongada), la actitud hacia la pantalla estaría cambiando poco a poco, a medida que la tecnología se perfecciona y el hábito de leer en dispositivos electrónicos se populariza, ya sea para consultar información o con fines lúdicos. En EE.UU., el formato electrónico supone más del 20 por ciento de las ventas totales de libros entre el público general.
 
Sin embargo, a pesar de la creciente popularidad de una tecnología que cada vez resulta más fácil de usar, la mayoría de los estudios publicados desde principios de los noventa parece confirmar las conclusiones previas: como soporte para la lectura, el papel sigue ofreciendo más ventajas que la pantalla.
 
Tomados en conjunto, los ensayos en laboratorio, las encuestas a usuarios y los informes de los consumidores indican que los dispositivos digitalesimpiden explorar textos largos de manera eficiente, una circunstancia que puede afectar de modo sutil a la comprensión lectora. Leer en pantalla puede tambiénconsumir más recursos mentales que hacerlo en papel y, en ocasiones, los textos se recuerdan ligeramente peor. Aunque no sean conscientes de ello, muchas personas abordan el contacto con un ordenador o una tableta en un estado mental menos proclive al aprendizaje que cuando se ponen delante de un papel. Y los reproductores de libros electrónicos tampoco consiguen recrear la experiencia táctil de los libros tradicionales, lo que incomoda a algunas personas. “La lectura comporta un aspecto físico”, opina Maryanne Wolf, psicóloga cognitiva de la Universidad Tufts. “Tal vez más de lo que estamos dispuestos a considerar.”
 
 
PAISAJES TEXTUALES
 
Para entender las diferencias entre la lectura en papel y en pantalla, conviene comenzar recordando algunos detalles sobre cómo asimila el cerebro el lenguaje escrito. Aunque las letras y las palabras son símbolos que representan sonidos e ideas, el cerebro las interpreta también como objetos materiales. Como explica Wolf en su libro Cómo aprendemos a leer (2008), no nacemos con circuitos cerebrales especializados en la lectura, pues la escritura.
 
no se inventó hasta el cuarto milenio a.C., una fecha relativamente reciente en nuestra historia evolutiva. Durante la infancia, el cerebro improvisa un nuevo circuito para la lectura entretejiendo fibras nerviosas dedicadas en principio a otras facultades, como el habla, la coordinación motora o la visión. Algunas de esas regiones cerebrales se especializan en identificar objetos: nos permiten diferenciar al instante una manzana de una naranja a partir de sus rasgos, al tiempo que las categorizan como frutas. De manera similar, cuando aprendemos a leer y escribir, empezamos por identificar las letras según su disposición particular de líneas rectas, curvas y espacios vacíos: un proceso de aprendizaje táctil que exige la intervención de los ojos, pero también de las manos. En un trabajo reciente, Karin James, de la Universidad de Indiana en Bloomington, observó que cuando los niños de cinco años escribían a mano, los circuitos neurales asociados a la lectura bullían de actividad; sin embargo, eso no sucedía cuando pulsaban las letras en un teclado. Y cuando una persona lee caracteres en cursiva o intrincados, como los kanji japoneses, la actividad cerebral reproduce los movimientos de la escritura, incluso si no se tiene nada en las manos.
 
Aparte de tratar cada letra como un objeto material, el cerebro también puede percibir un texto en su totalidad como una especie de paisaje físico. Al leer, construimos una representación mental del texto. La naturaleza exacta de tales representaciones no está clara todavía, pero algunos investigadores consideran que se asemejan a los mapas mentales que nos formamos del terreno –de montes o senderos, por ejemplo– o de espacios interiores, como apartamentos u oficinas. Los lectores admiten que, cuando tratan de localizar un pasaje determinado en un libro, a menudo recuerdan su ubicación en el texto. Al igual que podríamos recordar haber pasado junto a una granja pintada de rojo antes de comenzar a subir por un sendero en mitad del bosque, tal vez recordemos que la escena del desaire del Sr. Darcy a Elizabeth Bennet durante un baile aparecía en la esquina inferior izquierda de una página par en uno de losprimeros capítulos de Orgullo y prejuicio. En la mayoría de los casos, los libros en papel poseen una topografía más evidente que los textos en pantalla.
 

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