Sin ingresos, pues la mayoría se rige por contratos de palabra, la covid-19 ha evidenciado su víctimas.
Con una larga historia de exclusión y precariedad laboral, las empresas domésticas en América Latina están sufriendo de llenos los efectos económicos de la pandemia, lo que ha dejado confinadas y sin trabajo.
"Me gustaría que los disculpara, pero que ahora no podría trabajar. Soy una persona consciente, veo lo que nos está pasando, pero espero poder regresar a mi trabajo", cuenta a la AFP la mexicana Carmen Hernández, de 59 años, empleada doméstica desde hace 36.
Su caso se repite a lo largo de la región, una de las más designadas del mundo, donde hasta 18 millones de personas se dedican al trabajo doméstico, de las cuales 93% son mujeres, según la Comisión Económica para América Latina y El Caribe ( CEPAL).
Sin ingresos, pues la mayoría se rige por contratos de palabra, la covid-19 ha evidenciado su víctimas. Siete de cada diez quedaron desempleados o perdieron horas de trabajo por las cuarentenas, de acuerdo con la CEPAL, que calcula en 77% su informalidad laboral.
En Brasil, por ejemplo, de 4,9 millones de empleos que se perdieron entre febrero y abril, 727.000 fueron del servicio doméstico.
Una situación crítica para un sector donde los salarios de por sí no dan. En Latinoamérica son iguales o inferiores al 50% de lo que ganan en promedio los otros trabajadores, pese a los esfuerzos de algunos países por regularizar la actividad, según la CEPAL.
Para completar sus ingresos, Carmen limpia cinco casas a la semana. Sin trabajo desde mayo, le ofrecieron volver a una próximamente.
Pero una normalización parece lejana cuando el nuevo coronavirus golpea con fuerza a la región, donde deja 2,4 millones de contagios y unos 111,000 muertos.
Discriminación
La pandemia también ha puesto de relieve la discriminación contra el personal doméstico en la región, donde esta representa la mano de obra hasta el 14,3% del empleo femenino.
En Brasil, con seis millones de estas empleadas, en su mayoría mujeres negras de zonas marginales, muchas se vieron obligadas a seguir trabajando, llegando al contagio en el transporte público.