“Soy una entre los millones de mujeres oprimidas en Irán. Durante años jugaron conmigo como quisieron (…); me vestí como me dijeron; repetí cada frase que ordenaron. Se apropiaron de mí. Mis medallas las atribuyeron al velo obligatorio”, cuenta Kimia Alizadeh al anunciar que abandona Irán, un mes después de haberse instalado en Holanda.
La noticia llega justo cuando los iraníes atraviesan uno de los momentos más tensos y tristes de su historia contemporánea a raíz del asesinato del general Qasem Soleimani por EE. UU. en Irak y del derribo involuntario de un avión ucranio por parte de la Guardia Revolucionaria.
Alizadeh acudió sin velo este fin de semana al aeropuerto de Eindhoven (Holanda) para participar en un acto conmemorativo por las 176 víctimas del siniestro aéreo y sus fotos no tardaron en hacerse virales entre los usuarios iraníes de las redes sociales.
Fue entonces cuando la deportista publicó un largo mensaje para denunciar que fue explotada. “No quería subir las escaleras de la corrupción y las mentiras (…); no quería sentarme en la mesa de la hipocresía, la mentira, la injusticia y la adulación”, aseguró. También criticó que las autoridades la humillaran al opinar que “no es virtuoso que una mujer dé patadas”.
Muchos han apoyado su decisión en las redes sociales y le han deseado éxito, asegurándole que esté donde esté seguirá siendo su heroína. Sin embargo, una parte de la opinión pública iraní ha criticado su decisión y la ha calificado de “desagradecida”. Desde este sector, se están difundiendo viejos vídeos de su apoyo a la República Islámica y sus encuentros con altos funcionarios del régimen para recordarle los premios que ha recibido en Irán.