Encadenados a llantas de ruedas –algunos de ellos se pasaron años maniatados–, con profundas cicatrices debido a las torturas diarias, en resumidas cuentas “deshumanizados”. Así encontró la policía el pasado jueves a más de 500 jóvenes, la mayoría de los cuales eran menores y varones, en una supuesta escuela coránica ilegal en el estado de Kaduna, Nigeria.
Las paredes rosas del edificio de dos plantas, los altos muros y los alambres recuerdan a una prisión. También la docena de habitaciones, oscuras y sin apenas ventilación.
Colchones, ropa, libros, cadenas y grilletes han sido abandonados en el lugar tras la redada en la que siete personas fueron detenidas. Una auténtica casa del horror que tiene poco o nada de escuela y/o de centro de rehabilitación y donde se cometieron las peores atrocidades: violaciones, torturas.
La policía dijo que se trataba de un lugar de esclavitud humana. Un superviviente dijo que mientras estuvo retenido allí estuvo viviendo en el fuego del infierno” y que les despertaban a golpes de bastón. La tortura como correctivo, incluso cuando no hacía nada malo.
A pesar de existir muchos centros correctivos ilegales en determinadas partes del país, lo cierto es que el de Kaduna operaba algo diferente. Sus estudiantes no eran obligados a mendigar en las calles, una práctica muy habitual en estas “escuelas” ni obligados a realizar trabajos forzados. Su hermetismo si mosqueaba a algunos vecinos y padres, que no podían acceder al edificio en sus escasísimas visitas.