Es un ladrido, más fuerte que en ocasiones anteriores, pero ladrido a fin de cuentas. Nicolás Maduro volvió a amenazar a Colombia sacando pecho con misiles de largo alcance y por medio de unos ejercicios militares cerca de la frontera, desde ayer martes al 18 de septiembre. Su vecino respondió mirando hacia otro lado, reiterando que no tiene la menor intención de iniciar una carrera armamentística y, menos aún, de caer en provocaciones. Como mucho, apela a la estrecha alianza con su poderoso amigo del norte ante un improbable ataque.
El lunes, su consejero presidencial de Derechos Humanos y Asuntos Internacionales, Francisco Barbosa, elevó algo el tono, quizá por la preocupación de sus compatriotas que habitan cerca de Venezuela. Afirmó que existe “una alerta máxima por parte de las mismas autoridades colombianas frente a cualquier movimiento de ese tipo de cosas”. Enseguida lo matizó al agregar que Maduro acostumbra a realizar ese tipo de anuncios “cada vez que necesita oxígeno interno”, ante lo cual, Colombia no “entra en la histeria”.
Caracas había anunciado el despliegue de 3.000 militares en la línea que separa ambos países y que incluyen los estados Zulia, Táchira, Apure y Amazonas, un total de 2.219 kilómetros. Colombia, por su parte, aseguró que no contrarrestaría la amenaza enviando nuevos efectivos.
Pese a la serenidad que intenta transmitir el Gobierno Duque, hay voces que piden tomar más en serio a Maduro. “En Colombia caló la narrativa de la izquierda de que comprar material defensivo sólo es para hacer la guerra. Pero tenemos vulnerabilidades en materia de Defensa porque no hemos desarrollado capacidades bélicas disuasivas. El año pasado sacaron del Presupuesto los fondos para comprar misiles anti-aéreos”, dice a El MUNDO, Carlos Augusto Chacón, Director académico del Instituto de Ciencia Política Hernán Echevarría. “Uno no puede tener en el vecindario a un Estado criminal y ceder la responsabilidad de su defensa a Estados Unidos”.
Una alta fuente castrense, que pidió anonimato, coincide en la necesidad de mejorar la defensa frente a los misiles. Aunque no teme un ataque inminente, en caso de producirse, “Estados Unidos no podría afectar la trayectoria del misil por no contar con bases o portaviones cerca para impedirlo”.
Sin embargo, desde Bruselas, el enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams, advirtió: “Espero que no estén tan locos como para involucrarse en algún tipo de ataque a Colombia”. Si lo hicieran, “Colombia va a reaccionar y, obviamente, la apoyaríamos totalmente”.
Posición en línea con el analista de seguridad, Alfredo Rangel. A su juicio, “con la sombrilla de Estados Unidos en términos de protección estratégica, Venezuela nunca se atrevería a iniciar un ataque que provoque un conflicto bélico. Todo lo que hace en la frontera es una payasada, un elemento de distracción de la hecatombe humanitaria que vive su país. Rusia no tiene ningún interés y sin su apoyo, una intervención bélica resulta inviable”.
Lo que ninguno desdeña es la presencia intensiva de más de mil combatientes a lo largo de la frontera y en zonas de interior, de las guerrillas colombianas –ELN y las disidencias de las FARC–, utilizadas por Maduro como una quinta columna. Informes de inteligencia militar colombianos daban cuenta de la estrecha colaboración entre ambas organizaciones terroristas y el régimen bolivariano. Y la revista “Semana” reveló un documento del Servicio de Inteligencia Bolivariano y el Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, donde consta la colaboración oficial de todo orden que prestan a los terroristas. Maduro ordenó no confrontarles y respetar los “centros de entrenamiento”, como llaman a los campamentos en suelo venezolano.
“Un gobierno tendría argumentos para bombardear las bases guerrilleras en Venezuela, donde están preparando ataques contra el Ejército y la población colombianas como medida de legítima defensa preventiva”, indica a El MUNDO Alfredo Rangel. “A los países que rechazan la dictadura y apoyan al gobierno en funciones, les quedaría difícil condenarlo”.