Que el exceso de alcohol no es bueno para nuestra salud es algo que hace tiempo se viene probando científicamente.
En los últimos años, diversos estudios científicos han mostrado que la vieja creencia de que una copa de vino en las comidas es beneficioso para nuestra salud era errónea.
Muchos incluso sostienen que hasta un solo trago tiene un impacto negativo en nuestro estado de salud.
Y además, cada vez se conocen más los efectos del consumo de bebidas alcohólicas.
Ahora, un grupo de científicos de la Universidad de Rutgers (EE.UU.) junto a investigadores de la facultad de Medicina de la Universidad de Yale (EE.UU.), han descubierto que el consumo de alcohol puede incluso alterar nuestro ADN para hacernos querer tomar más.
A más consumo, mayor es el deseo
Para llegar a esta conclusión, el equipo centró su análisis en dos genes implicados en el control del comportamiento cuando estamos bajo los efectos del alcohol.
Uno es el PER2, que influye en el reloj biológico de nuestro cuerpo y otro el POMC, que regula nuestro mecanismo de respuesta ante el estrés.
Comparando grupos de bebedores moderados con personas que toman en exceso, los científicos observaron que estos dos genes se habían modificado en las personas que consumen grandes cantidades de alcohol.
En aquellos que bebían de manera compulsiva y en mayor cantidad, sus genes producían proteínas a menor velocidad y además desarrollaban un mayor impulso y gusto por beber en momentos de estrés.
Los cambios en los genes eran mayores cuantos más tragos, desarrollando una especie de círculo vicioso: a más alcohol consumido, mayor es el daño en los genes, que a su vez nos hacen querer consumir mayores cantidades de alcohol.
“Hemos descubierto que las personas que beben mucho pueden estar cambiando su ADN de una manera que les hace desear más alcohol”, dijo el profesor Dipak K. Sarkar, autor principal del estudio liderado por la Universidad de Rutgers.
“Esto puede ayudar a explicar por qué el alcoholismo es una adicción tan poderosa”, agregó.
Los investigadores esperan que su descubrimiento les permita identificar biomarcadores, es decir, indicadores medibles tales como proteínas o genes modificados para conseguir predecir el riesgo que un individuo tiene de ser un gran bebedor y prevenir que consuma todavía mayores ingestas de bebidas alcohólicas.