Internacional
Publicado el Domingo, 26 de Enero del 2020

La Iglesia estudia el síndrome de las monjas “quemadas”

La Iglesia creará una comisión para estudiar el síndrome de las monjas “quemadas” por el trabajo.

 La mayoría de monjas están sujetas a una estricta jerarquía eclesiástica, sin contrato laboral ni reglas específicas, que las puede empujar a sufrir este síndrome

La sobre carga de trabajo, el abuso de poder o incluso un trastorno de estrés postraumático pueden generar el llamado síndrome de ‘burnout’ o del trabajador quemado. Una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que afecta cada vez más a las religiosas, según apunta el último número del suplemento femenino del ‘Osservatorio Romano’, el diario oficial de la Santa Sede. Es por ese motivo que la Iglesia, en colaboración con la Unión de Internacional de Superioras Generales, creará una comisión especial para estudiar durante los próximos tres años el efecto de esta enfermedad en las religiosas.

El trabajo de muchas monjas que dedican gran parte de su vida al servicio de obispos y cardenales o de una comunidad es sumamente difícil, advierte la monja australiana Maryanne Lounghry, psicóloga e investigadora del Boston College y la Universidad de Oxford. La mayoría de ellas están sujetas a una estricta jerarquía eclesiástica, sin contrato laboral ni reglas específicas, que las puede empujar a sufrir este síndrome. La religiosa avanza en ‘Mujer, Iglesia, Mundo’ que la comisión no sólo estudiará los casos aislados, sino también el estrés laboral que sufren muchas religiosas “dentro de un ecosistema” analizando la congregación, la comunidad y la sociedad. “Nuestro objetivo es construir comunidades resilientes”, señala a la publicación vaticana.

Lounghry propone elaborar una suerte de código de conducta o contrato laboral con el obispo o superior que favorezca el “bienestar” de la religiosa. Un acuerdo que establezca, por ejemplo, “dos semanas de vacaciones, una paga, una vivienda digna” o incluso “un año sabático después de cinco años de trabajo”. “Un trabajo seguro durante un año me da paz y tranquilidad, así como saber que no me pueden enviar al otro lado del mundo en ningún momento, o cuándo puedo ir de vacaciones. Sin embargo, si no conozco los límites de mi compromiso, no puedo controlar el estrés”, apunta la religiosa. “No tener el control de la vida de uno, no poder planear, socava la salud mental. Trabajar en la ambigüedad, sin ciertas reglas, puede hacer que me sienta intimidada, abusada, molestada”, añade.

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