La mayoría de monjas están sujetas a una estricta jerarquía eclesiástica, sin contrato laboral ni reglas específicas, que las puede empujar a sufrir este síndrome
El trabajo de muchas monjas que dedican gran parte de su vida al servicio de obispos y cardenales o de una comunidad es sumamente difícil, advierte la monja australiana Maryanne Lounghry, psicóloga e investigadora del Boston College y la Universidad de Oxford. La mayoría de ellas están sujetas a una estricta jerarquía eclesiástica, sin contrato laboral ni reglas específicas, que las puede empujar a sufrir este síndrome. La religiosa avanza en ‘Mujer, Iglesia, Mundo’ que la comisión no sólo estudiará los casos aislados, sino también el estrés laboral que sufren muchas religiosas “dentro de un ecosistema” analizando la congregación, la comunidad y la sociedad. “Nuestro objetivo es construir comunidades resilientes”, señala a la publicación vaticana.
Lounghry propone elaborar una suerte de código de conducta o contrato laboral con el obispo o superior que favorezca el “bienestar” de la religiosa. Un acuerdo que establezca, por ejemplo, “dos semanas de vacaciones, una paga, una vivienda digna” o incluso “un año sabático después de cinco años de trabajo”. “Un trabajo seguro durante un año me da paz y tranquilidad, así como saber que no me pueden enviar al otro lado del mundo en ningún momento, o cuándo puedo ir de vacaciones. Sin embargo, si no conozco los límites de mi compromiso, no puedo controlar el estrés”, apunta la religiosa. “No tener el control de la vida de uno, no poder planear, socava la salud mental. Trabajar en la ambigüedad, sin ciertas reglas, puede hacer que me sienta intimidada, abusada, molestada”, añade.