Una Europa unida y fuerte que haga oír su voz en el mundo y determinación en la lucha contra el cambio climático. Esos han sido los ejes centrales del mensaje de año nuevo de la canciller Angela Merkel, los dos grandes desafíos a los que Alemania y el conjunto de la Unión Europea deberán afrontar en la nueva década, para los que ella se compromete a trabajar intensamente en los dos años escasos que le quedan de legislatura.
“Hacia ese objetivo se dirige el programa climático del Gobierno”, señaló la canciller en alusión al plan de choque aprobado recientemente por su Ejecutivo y que superó estos días el trámite parlamentario. La referencia no fue casual. El paquete verde de la gran coalición, dotado con cerca de 56.000 millones de euros, no gusta a ni a la oposición parlamentaria ni a los ecologistas, que lo consideran insuficiente y más orientado a la reactivación económica que a la transición energética. Entre las medias previstas figura el abaratamiento de los precios de los viajes en ferrocarril, la sustitución de los viejos sistemas de calefacción y la creación de un mercado nacional de certificados de emisiones de dióxido de carbono (CO2).
“Soy consciente de que las medidas aprobadas son para unos excesivas y para otros insuficientes”, pero son un gesto de solidaridad con las generaciones futuras pues “yo, con mis 65 años, no viviré personalmente todas las consecuencias del cambio climático”, dijo la canciller. Serán “nuestros hijos y nietos” quienes deberán vivir con “lo que les dejemos o dejemos de hacer”; insistió Merkel, que se comprometió a emplear todas sus fuerzas para que Alemania contribuya a combatir la crisis climática.
La relevancia dada por Merkel a la lucha contra el cambio climático hace presagiar que este problema, aún siendo global, formará parte de la agenda de la Presidencia alemana de la Unión Europea.