Clarín (Argentina).– El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, busca revertir las restricciones a la explotación forestal, minera y energética en 6,75 millones de hectáreas del Parque Nacional Tongass, en Alaska, el mayor bosque templado húmedo del mundo.
Según informó este martes The Washington Post, el mandatario ya ha ordenado a su secretario de Agricultura, Sonny Perdue, que decrete una exención en ese territorio tras discutir el asunto con el gobernador de Alaska, el republicano Mike Dunleavy. Así, revertirá una política de protección de esa zona que lleva 20 años, justo cuando el mundo entero mira con preocupación la crisis ambiental en la Amazonia por la deforestación.
De llevarse a cabo, la decisión conllevaría la desprotección de más de la mitad del bosque, permitiendo su explotación económica y la construcción de carreteras.
Fue el ex presidente Bill Clinton (1993-2001) quien decretó las restricciones días antes de dejar la Casa Blanca, unas normas que George W. Bush (2001-2009) ya trató de revertir sin éxito.
El Tongass abarca una porción gigante del sureste de Alaska fronteriza con Canadá con bosques de abetos, tsugas y cedros, así como ríos con salmones e imponentes fiordos.
La decisión de Trump de intervenir, en un momento en que los funcionarios del Servicio Forestal habían planeado cambios mucho más modestos para administrar la mayor explotación individual de la agencia, revive una batalla que la administración anterior había tratado de resolver.
En 2016, la agencia finalizó un plan para eliminar gradualmente la tala en Tongass en una década.
Los expertos en medio ambiente señalan que el territorio protegido es vital para especies como el oso pardo, el ciervo de cola negra de Sitka o el azor común.
La madera proporciona una pequeña fracción de los empleos en el sudeste de Alaska, algo menos del 1% según la organización de desarrollo regional Southeast Conference, en comparación con el 8% del procesamiento de mariscos y el 17% del turismo, señaló The Washington Post.
Pero los habitantes de Alaska, incluido el gobernador Mike Dunleavy y la senadora Lisa Murkowski), ambos del gobernante Partido Republicano, han presionado a Trump para que exima a su estado de la regla que no permite carreteras excepto cuando el Servicio Forestal aprueba proyectos específicos y prohibe la tala comercial.
“La industria maderera ha disminuido de forma precipitada, y es sorprendente que los pocos ingenios que quedan en el bosque nacional más grande de nuestra nación tengan que preocuparse constantemente por quedarse sin suministros”, dijo en un comunicado Murkowski.
La senadora, a su vez, advirtió que la protección está “perjudicando” la capacidad de Alaska “de desarrollar una economía sostenible durante todo el año para la región sudeste, donde menos del uno por ciento de la tierra es de propiedad privada”.
Según el Post, la gestión de los bosques se ha convertido en una obsesión para Trump, que el año pasado ya aprobó una medida destinada a aumentar la tala de árboles en estos territorios protegidos.
Los líderes de Alaska han encontrado un poderoso aliado en el presidente. En declaraciones a los periodistas el 26 de junio, después de reunirse con Trump, Dunleavy dijo sobre el presidente: “Realmente cree en las oportunidades aquí en Alaska, y ha hecho todo lo posible para trabajar con nosotros en nuestro preocupaciones mineras, preocupaciones madereras”.