El Mundo (El Cairo).- En plena zozobra regional, Estados Unidos acude al rescate de su estrecho aliado saudí. Semanas después del inicio del repliegue de las tropas emiratíes en Yemen, Riad ha anunciado el desembarco de los uniformados estadounidenses en el reino, una señal inequívoca del interés de Donald Trump de aumentar su implicación en la lucha contra Irán y su sucursal en Yemen, el grupo rebelde chií de los hutíes. “Un oficial del ministerio saudí de Defensa indicó que, en base a los esfuerzos por fortalecer la seguridad y estabilidad regionales y la cooperación conjunta del reino de Arabia Saudí y los Estados Unidos de América, su majestad el rey Salman bin Abdelaziz al Said, comandante supremo de las fuerzas armadas, ha aprobado acoger a las fuerzas armadas de EEUU en el reino”, informó el Gobierno saudí en un breve comunicado difundido por la agencia de noticias estatal Spa.
Horas después, el Pentágono confirmó la nueva fase de colaboración, con el envío de tropas y recursos. “Este movimiento de fuerzas proporciona un elemento disuasivo adicional y garantiza nuestra capacidad de defender a nuestras fuerzas en la región de amenazas crecientes y creíbles”, arguyó en una nota el comando central de EEUU. Según los primeros detalles del acuerdo, el despliegue estadounidense en el reino ultraconservador incluirá la llegada de 500 soldados a la base Príncipe Sultan, que recorrió el jueves el general Kenneth McKenzie, jefe del comando central de EEUU, en vísperas del anuncio. Además, Washington enviará el sistema de defensa aérea Patriot y un escuadrón de aviones de caza F-22. Un contingente de envergadura que será, al menos oficialmente, la primera presencia de soldados estadounidenses desde la invasión de Irak en 2003. Su desembarco inaugural fue durante la operación Tormenta del Desierto en 1991, después de que Sadam Husein irrumpiera en Kuwait.
INCREMENTO DE LA PRESENCIA MILITAR
La administración Trump anunció el pasado junio el despliegue de 1.000 tropas en Oriente Próximo sin precisar las plazas a las que irían destinadas con el trasfondo del incremento de la presencia militar tras la escalada de tensión con Irán tras la salida unilateral de Washington del pacto nuclear rubricado en 2015 y la batería de sanciones contra la república islámica. Parte del refuerzo acabará ahora instalado en los confines de Arabia Saudí, el archienemigo de Teherán con el que litiga por la hegemonía de una región en llamas por las cuitas sectarias. “Es una decisión muy significativa.