Clarín (Argentina).– Con la condena a cadena perpetua que se dio a conocer este miércoles, el mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán pronto estará camino a su nuevo hogar: la ADX “Supermax” de Florence, Colorado. El narcotraficante pasará el resto de sus días en el penal conocido como la “Alcatraz de las montañas Rocallosas”, y que alberga a algunos de los delincuentes más conocidos y peligrosos del país. Nadie ha escapado jamás del lugar.
Entre otros, allí purgan su condena Ted Kaczynski, conocido como Unabomber, y Zacarias Moussaoui, condenado por su rol en la organización de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Fue diseñada para alojar presos considerados “demasiado peligrosos para las cárceles comunes”.
Los reos están en aislados 23 horas al día y tienen una mínima interacción humana. Reciben la comida en sus celdas, donde comen apenas a unos metros del inodoro. La cárcel está protegida por alambres de púas, torres de vigilancia y patrullas armadas.
Desde cualquier lugar que se la mire, la arquitectura de la prisión ha sido pensada como una herramienta mediante la cual ejercer el máximo nivel de control posible sobre todo lo que allí ocurre.
UN PRESIDIO TEMIBLE
La población carcelaria que termina en la ADX Supermax no está compuesta por presos comúnes. Fue inaugurada en 1994, luego de que el ente nacional encargado de velar por las prisiones enfatizara que era necesario construir un lugar capaz de alojar aquellos presos que significaban riesgos mayúsculos, tanto para los guardias como para otros internos.
Desde terroristas hasta líderes de bandas criminales, quienes llegan hasta el presidio cargan con prontuarios temibles que los hacen acreedores de condiciones especiales.
Además de Moussaoui y Kaczynski, en la cárcel están alojados Ramzi Yousef, quien planeó el atentado de 1993 en el World Trade Center; Richard Reid, conocido como el “terrorista del zapato” y Dzhokhar Tsarnaev, uno de los autores de la Maratón de Boston de 24 años de edad que fue sentenciado a muerte.
Patrullas fuertemente armadas rondan el extenso complejo. Una docena de torres armadas se elevan por encima de los edificios de ladrillo bajos. Las paredes están cubiertas con alambre de púas y bloquean parcialmente las montañas cubiertas de nieve.
Muchos de los 490 reclusos pasan hasta 23 horas al día solos en celdas de hormigón de 2,1 por 3,6 metros. Las comidas las deslizan a través de pequeños agujeros en las puertas. La cama es una losa cubierta con un delgado colchón y mantas.
Cuentan con una sola ventana de aproximadamente 107 centímetros de alto y 10 centímetros de ancho. Por allí entra un poco de luz natural, pero fueron hechas de tal manera que los prisioneros no puedan ver más allá del edificio.
Las celdas tienen bancos inamovibles y escritorios de hormigón. Las paredes sólidas evitan que los prisioneros puedan ver otras celdas o tener contacto directo con otros reclusos.
Los presos tienen poco contacto con el exterior a no ser por los guardias y personal penitenciario. Deben usar grilletes, esposas y cadenas cuando salen de sus celdas y son escoltados por guardias.
Se les permite una hora de receso en una jaula al aire libre, un poco más grande que las celdas de la prisión. Desde allí, solo se pueden ver el cielo.
Algunas celdas tienen radios y televisiones en blanco y negro que ofrecen programas religiosos, educativos y de interés general.