El Mundo (Venezuela).– La diáspora venezolana prosigue imparable su huida, superando récords y barreras. La última, según la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), es de cuatro millones de migrantes y refugiados, una cifra conservadora para otros analistas e investigadores. La última oleada provocada por el colapso de la electricidad y los servicios en marzo ha añadido medio millón de personas hasta convertir a los venezolanos en los protagonistas de la “mayor crisis de la Historia en el continente y la segunda actualmente en el mundo (tras Siria)”, confirma a EL MUNDO David Smolansky, coordinador de la OEA para la emigración venezolana.
Esta última oleada antecede a otra que ya se prepara y que sólo está a la espera de que el curso escolar acabe a lo largo de este mes. “A paso de vencedores”, como le gustaba citar a Hugo Chávez. Según las estadísticas publicadas ayer, el continente acoge a la gran mayoría de los fugados, comenzando por la vecina Colombia, que no sólo es ruta obligada de paso para la mayoría de los que emigran, sino también el principal territorio de acogida. El país cafetero ya suma cerca de 1,3 millones de emigrantes, seguido por Perú, con 786.000.
Precisamente el país andino, que mantuvo sus puertas abiertas de par en par desde el comienzo del fenómeno migratorio en 2015, acaba de imponer la necesidad de contar con pasaporte y visa humanitaria, expedida por los consulados peruanos en Caracas y Puerto Ordaz, para ingresar desde el día 15 de este mes. “Queremos asegurar una emigración ordenada y segura, tenemos que ser más rigurosos. Serán expulsados los que han ingresado de manera irregular”, justificó la medida el presidente Martín Vizcarra, cuyo Gobierno ha denunciado la llegada de grupos de delincuentes desde Venezuela, entre ellos integrantes de la temible banda del Tren de Aragua.
Las restricciones peruanas adelantan las que se teme van a tomar otros países en los próximos días ante lo que parece una fuga que no tiene pausa. Los mismos cálculos de Naciones Unidas apuntan a que al final del año ya habrán escapado del derrumbe revolucionario más de 5 millones de personas.
“La decisión de Perú es un mal precedente que será repetido por otros países de la región. La ausencia de instituciones en el país hace muy difícil cumplir con los requisitos”, advierte Rafael Uzcátegui, coordinador de la ONG Provea, de derechos humanos. “La visa no detendrá la migración forzada. Hará más precaria la situación de quienes son condenados a mantenerse al margen de la realidad”, añade.
Tras Colombia y Perú, son Chile (288.000 emigrantes), Ecuador (263.000), Brasil (168.000), Argentina (130.000) y Panamá (94.400) los otros grandes países de acogida en la región. Más al norte, EEUU estima que medio millón de criollos han emigrado a su país y en España al principio de año se contaban más de 300.000 personas, pasando a convertirse en la primera emigración.