Clarín (Argentina).– Tras cruzar el puente desde Cúcuta (Colombia) a San Antonio de Táchira (Venezuela), un veinteañero paró al lado de un charco de agua y sacó ocho pollitos de una caja de cartón. Estaban asfixiados, medio muertos. Siete se pusieron a tomar sorbitos de agua y pronto se resucitaron. Uno no se movía, los ojos cerrados, la cabeza colgada, y tras intentar echarle gotas de agua por el pico, el joven lo dio por muerto y lo tiró del puente.
Recogió los vivos y se fue para San Cristóbal a 40 kilómetros en los andes venezolanos, uno de miles que llevan alimentos, arroz, azúcar, pasta, hasta aves vivos, a las ciudades de la frontera en Venezuela. “Uno aguanta sin comer pero sin agua te mueres”, reflexionó una mujer que se había detenido para contemplar la triste escena.
El comentario resultaba muy relevante para la nueva ola de refugiados que cruzan en masa desde Venezuela otra vez tras una breve pausa en febrero. “Está mucho peor ahora que hace un mes; antes faltaban comida y medicamentos; ahora falta luz y agua también”, dijo una mujer de San Cristóbal de Táchira que esperaba con su hija quinceañero en la interminable cola en inmigración de Colombia.
Las Naciones Unidas calcula que 3,7 millones de personas se han marchado de Venezuela, y que ya serán cinco millones al final de este año.
En este éxodo bíblico, algunos salen por el puente, donde los policías colombianos de inmigración registran cada entrada con un aparato electrónico. Muchos más van por las trochas (caminos de contrabandistas) que se ven desde el puente, un desfile de gente que nunca termina. Dos bandas de coyotes venezolanos que cobran a los migrantes por usar las trochas protagonizaron un tiroteo el viernes aunque no hubo heridos. Los mega apagones en Venezuela han cerrado los sistemas de bombeo que garantizaban el suministro de agua. “Todos los días hay apagones y hay muy poca agua”, dijo José Torrealba de 19 años que acaba de llegar a San Antonio en el autobús nocturno desde Barquisimeto.
El gobierno venezolano ha dado bastante pruebas de sabotaje y se detuvieron a dos ex responsables de la mega presa hidroeléctrica Guri en el río Orinoco acusados de provocar el mega apagón de marzo. Pero, los migrantes que llegan a la frontera no quieren oír nada de eso. “Es la falta de mantenimiento”, dijo Torrealba.